MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES
Una obra de arquitectura patrimonial
Una obra de arquitectura patrimonial
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7 CONSTRUCCIONES POSTERIORES A 1988
Desde la publicación de esta obra en 1988 la orden ha
encargado sucesivamente al arquitecto Raúl Irarrázabal
Covarrubias (algunas de cuyas acotaciones aquí citamos)
el diseño de una serie de nuevos recintos y adecuaciones
internas al conjunto del monasterio, actualizándolo y
adaptándolo a nuevas necesidades. Ello, siempre bajo el
concepto de ir construyendo un conjunto unitario, siguiendo
estrictamente la impronta asceta establecida desde el inicio
por el proyecto de Jaime Bellalta. Conjunto arquitectónico
que resultó en una feliz síntesis de la modernidad del
Bauhaus y la tradición de Chile Central, trabajando
diferentes arquitectos como si fueran uno solo, siguiendo el
ideal de San Benito de austeridad y paz.
Así, a principios de los años 90 se renovaron las bancas
de madera del coro de la Iglesia, pasando éstas a tener
respaldos. Trabajo realizado –al igual que su fabricación
original– en el propio taller de carpintería del monasterio.
En 1993 se le introdujeron mejoras al claustro, incorporándole
una fuente central, caminos de piso de ladrillo de chonchón,
tazas para los naranjos– que en el proyecto se regaban por
gravedad desde la fuente de agua– muchos maceteros
con alegres cardenales, dos palmas de Las Canarias para
encuadrar el paisaje del valle y una higuera generosa.
Estas obras incluyeron cerrar su lado poniente para evitar
los resfríos de los monjes, quienes diariamente transitan
desde antes del alba hacia la iglesia para las maitines, laudes
y prima.
Luego, en 1996, se realizaron una serie de obras de adelanto.
En primer lugar, se construyó una portería, la que incluyó una
tienda de planta triangular, con un lucernario central y un
banco de espera que enfrenta la librería. Este nuevo recinto
ayudó a conformar un pequeño “patio de los locutorios” por
estar estos flanqueando dicho espacio, al que se le instaló
una fuente de agua, completando la composición con dos
cipreses mediterráneos (Cupressus sempervirens).
Asimismo, ese año, se construyó una anhelada sala
capitular, igualmente con lucernarios cenitales, los que
iluminan, pero conservan la intimidad: uno para el lugar del
abad, otro para iluminar una plancha recordatoria con la
historia de la fundación del monasterio y un tercero para
iluminar el cuadro de la Virgen de Las Condes de Fray
Pedro Subercaseaux y que en nuestra edición de 1988 se
mostraba en el recibidor de la hospedería masculina. Luego,
dado la ancianidad de algunos monjes, en el costado sur del
claustro, se instaló un ascensor para llegar hasta el tercer
piso, agregándose una enfermería con una terraza soleada,
celdas para los monjes y un oratorio con un muro curvo de
fondo que recibe la luz solar, degradándola. Se acondicionó
allí también una sala para los novicios con un sombreadero.
Y finalmente, en ese afanoso 1996, en el subterráneo de la
Iglesia, anteriormente un espacio no del todo valorado, se
habilitó una sala múltiple, un pequeño auditórium y una
bodega. Recordemos que ese espacio estuvo en sus inicios
destinado a alojar múltiples altares dado las disposiciones
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de estas edificaciones, arquitecto Raúl Irarrázabal.
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