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emontan hasta el siglo IV a. C. A gran<strong>de</strong>s rasgos se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />
que su periodo se extien<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las conquistas <strong>de</strong> Alejandro en el<br />
siglo IV a. C. hasta el reinado <strong>de</strong> Justiniano en el VI d. C.<br />
Con todo, los dialectos <strong>griego</strong>s fueron <strong>de</strong>sapareciendo al<br />
exten<strong>de</strong>rse el uso <strong>de</strong> la lengua griega como la lengua <strong>de</strong> cultura y<br />
<strong>de</strong> uso comercial y civilizador en todo el Mediterráneo oriental y en<br />
los territorios conquistados por Alejandro Magno, a fines <strong>de</strong>l siglo IV<br />
a. C., y administrados luego por sus sucesores. Aunque el imperio<br />
universal <strong>de</strong> Alejandro se fragmentó en varios reinos, se mantuvo la<br />
unidad cultural superpuesta a las lenguas locales.<br />
La lengua común griega o “η κοινη διαλεκτος” se impuso como una<br />
especie <strong>de</strong> lingua franca en todo un inmenso dominio cultural,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las fronteras <strong>de</strong> la India hasta Egipto y <strong>de</strong> allí hasta el sur <strong>de</strong><br />
Italia, como el vehículo <strong>de</strong> la civilización y la cultura, con un impulso<br />
arrollador. El <strong>griego</strong> fue la lengua <strong>de</strong> la cultura en todo el ámbito <strong>de</strong><br />
la civilización helenística, en su etapa alejandrina y <strong>de</strong>spués. En esa<br />
civilización <strong>de</strong> ansia universal y <strong>de</strong> tan dilatados horizontes ya no<br />
importaban las sutiles diferencias o tonos dialectales, sino que se<br />
usaba para la comunicación una forma <strong>de</strong>l <strong>griego</strong> que había borrado<br />
todas esas variantes menores.<br />
La Koiné se había formado esencialmente sobre el ático, la lengua<br />
<strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s prosistas, oradores y filósofos, pero sin conservar<br />
ciertos arcaísmos <strong>de</strong> ese dialecto e incorporando algunos vocablos<br />
<strong>de</strong>l jonio y <strong>de</strong>l dorio. En ese mundo helenístico ya no era Atenas la<br />
capital cultural, sino que durante siglos el helenismo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ales<br />
cosmopolitas irradiaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otras gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s, más<br />
populosas que la vieja ciudad <strong>de</strong> Pericles, como Alejandría,<br />
Pérgamo, Éfeso o Antioquía, y el <strong>griego</strong> era usado por gentes <strong>de</strong><br />
orígenes y razas muy diversas.<br />
La Koiné era la lengua a la que se tradujeron los textos <strong>de</strong>l Antiguo<br />
Testamento y en la que se escribieron los <strong>de</strong>l Nuevo, la que<br />
utilizaban los filósofos y los merca<strong>de</strong>res, los gobernadores <strong>de</strong><br />
Oriente, ya fueran <strong>griego</strong>s o romanos, la que escribieron los autores<br />
<strong>de</strong> más renombre y los más populares <strong>de</strong>l helenismo, sea cual fuera<br />
su proce<strong>de</strong>ncia, incluso en los siglos áureos <strong>de</strong>l Imperio Romano,<br />
como hicieron, por ejemplo, Plutarco, Luciano, Plotino, o novelistas<br />
como Heliodoro. Los romanos hablaban y escribían <strong>griego</strong> en la<br />
zona oriental <strong>de</strong>l Imperio, y en Roma se estudiaba el <strong>griego</strong> en las<br />
familias patricias o con intereses culturales. Era la lengua <strong>de</strong> la<br />
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