FRATRUM MINORUM - OFM
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26 AN. CXXIV – JANUARII-APRILIS 2005 – FASC. I<br />
hijos de estas tierras para poder luego enseñarles<br />
los “rudimentos” de la fe católica y<br />
los principios de la propia cultura (Sobre los<br />
medios y métodos de evangelización cf. LI-<br />
NO GÓMEZ CANEDO, Primitiva evangelización<br />
en México, en Evangelización, cultura<br />
y promoción social, Edt. Porrúa, México<br />
1993, 409-415). Antes bien, limitándonos a<br />
la sola geografía mexicana, es de justicia<br />
subrayar el gran interés por conocer la lengua<br />
de los hijos de estas tierra que mostraron<br />
desde un principio los primeros franciscanos,<br />
hasta el punto que al cabo de medio<br />
año de haber llegado, algunos de estos franciscanos<br />
habían logrado dominar el idioma<br />
mexicano lo suficiente para poder hablar y<br />
hacerse entender por los nativos. Dos de<br />
ellos, Fr. Luis de Fuensalida y Fr. Francisco<br />
Jiménez, llegaron incluso a traducir “lo<br />
principal de la doctrina cristiana en<br />
náhuatl”, tal como escribe Mendieta.<br />
Para lograr este propósito no dudaron en<br />
ponerse a la altura de los niños, jugando con<br />
ellos y escuchando con atención el nombre<br />
que daban a los objetos y anotándolo cuidadosamente,<br />
como afirma Mendieta en su<br />
Historia. En este contexto hemos de recordar<br />
al célebre nahuatlato Fr. Alonso de Molina,<br />
uno de los más notables compositores<br />
de obras en lengua mexicana.<br />
Una vez que aprendieron la lengua, los<br />
franciscanos no dudaron en abrir escuelas<br />
donde, además de enseñar la “doctrina”<br />
cristiana, se enseñaba también Gramática.<br />
La primera de la que tenemos noticia, anterior<br />
a la llegada de los “Doce”, es la escuela<br />
de Texcoco, bajo la dirección de Fr. Pedro<br />
de Gante, quien años después, en 1528,<br />
abriría también la “Escuela de San José de<br />
los Naturales”, en la ciudad de México. Esta<br />
última fue sin duda la más famosa de las<br />
escuelas franciscanas, aunque no ciertamente<br />
la única: la institución existió generalmente<br />
en todos los conventos franciscanos.<br />
Otras escuelas importantes “regentadas”<br />
por franciscanos fueron: la de<br />
Hueytlapan (sierra de Puebla) y la de Maní,<br />
en el Yucatán, regentadas ambas por Fr.<br />
Juan de Herrera.<br />
Tales escuelas comenzaron por tener una<br />
finalidad catequística, con la doctrina cristia-<br />
na como principal asignatura; sin embargo en<br />
ellas se enseñaba también a leer, escribir, contar<br />
y música. En algunas, como la de San José<br />
de México, se enseñaba arte, artesanía y latín.<br />
Éstas y las materias correspondientes a lo<br />
que se llama Gramática, así como filosofía y<br />
medicina indígena, fueron enseñadas también<br />
en el Colegio de Santa Cruz, establecido<br />
en el barrio de Tlatelolco hacia 1534 e inaugurado<br />
oficialmente el 6 de enero de 1536.<br />
Esta escuela constituyó lo que hoy llamaríamos<br />
“un centro de enseñanza media” para la<br />
educación de los hijos de la nobleza indígena.<br />
De él salieron excelentes latinistas, buenos<br />
conocedores también del náhuatl y del español.<br />
Algunos de ellos posteriormente darían<br />
clases en los seminarios diocesanos, donde se<br />
formaba al clero indígena.<br />
Era una forma de restituir lo que habían<br />
recibido. Así como los niños de las escuelas<br />
ayudaron a los primeros misioneros en el<br />
aprendizaje de las lenguas y como intérpretes<br />
en la predicación, los misioneros les enseñaban<br />
las materias correspondientes al<br />
estudio de Gramática. Pero la colaboración<br />
entre unos y otros no terminó aquí. Varios<br />
alumnos de Tlatetolco cooperaron con algunos<br />
de sus profesores en el estudio del<br />
pasado indígena. Gracias a esta colaboración<br />
Fr. Bernardino de Sahagún podrá escribir<br />
su célebre obra Historia General de<br />
las cosas de la Nueva España.<br />
Un dato muy interesante es que desde<br />
1524 a 1571 conocemos 106 obras en lenguas<br />
indígenas, de las cuales 82 fueron escritas<br />
por franciscanos, 16 por dominicos y<br />
8 por agustinos. Las cifras son elocuentes,<br />
sobre todo si se tiene en cuenta que los franciscanos<br />
no sólo escribieron catecismos y<br />
libros de tema religioso en las lenguas indígenas,<br />
sino también diccionarios y otras<br />
obras, que todavía hoy es necesario consultar<br />
para el conocimiento de estas lenguas y<br />
de historia y cultura indígenas. A ello no sólo<br />
ayudan las obras de Sahagún o de Fr. Andrés<br />
de Olmos, sino las de Motolinía, Landa<br />
y Mendieta, que si bien fueron escritas<br />
en español, sus autores tuvieron necesidad<br />
de conocer idiomas indígenas –en este caso<br />
náhuatl, maya y tarasco-, para poder escribirlas.<br />
Siempre en este empeño por la cultu-