TEOCRITO orgullosa de pertenecer al superestrato griego (46-50) frente a la plebe egipcia mal educada y llena de malas mañas, a lo cual se agrega un segundo motivo de vanidad, el proceder nada menos que de Siracusa (89-95) hablando un dialecto un poco chocante, por su abundancia de vocales abiertas, pero tan digno comò el que más. Merece muy especial mención (ya en la introducción a Teocrito nos referimos a ello) el enfoque de esta obra como poema cortesano. Los elogios de Ptolemeo Filadelfo (22-24, 46-47), de sus divinizados padres Ptolemeo Soter (46-47) y Berenice (22-24, 106-111), de la reina Arsínoe (cuya muerte citamos en la introducción a XII y que aquí vive todavía, lo cual fecha el idilio entre el 276 y el 270), inteligente y variadamente repartidos a lo largo del mismo, debieron de gustar mucho a la corte, tanto más cuanto que en el año en cuestión dio gran relieve a la celebración de Adonis una carrera de carros en el hipódromo cuyos preparativos, con los vehículos y caballos por las calles, presenciamos en 5, 44 y 51-52. Respecto a lo cual observa Teocrito que la situación en ellas, aun siendo embarullada, ha mejorado con este rey (46-47). Porque, en efecto, se trata de las fiestas rituales, especialmente consagradas a las mujeres, que conmemoran (más adelante se verán otros textos importantes) a Adonis, amante sirio de Afrodita que fue muerto por un jabalí y que, en una representación más del eterno teodrama de la cosecha, pasa medio año sobre tierra (el grano en el campo de la buena estación) y el otro medio en el Hades (desde la siembra hasta la aparición de las espigas) dando lugar en consecuencia a dos festividades muy distintas, la alegre de la primera jornada, en que se celebra, a fines de junio, el regreso del divino mancebo y su reencuentro con Afrodita, y la luctuosa que, al día siguiente, llora su muerte violenta o su vuelta al Hades o las dos cosas. Aunque el texto es algo ambiguo, puede suponerse que en los jardines del palacio, y dispuesto todo para su contemplación por parte del pueblo, al que cantoras famosas como ésta irían entreteniendo, había suntuosos tapices (que, bordados parcialmente en plata, representaban a Adonis moribundo o muerto y a Afrodita); macizos o macetas, típicos de este culto, con figuras de Amores; mesas con toda clase de frutos, pasteles, perfu- 126
IDILIO XV mes, etc. destinados al sucesivo banquete para los escogidos; y, en uno de los bosquecillos, la cama de oro y ébano cuyas patas ostentarían en marfil a Ganimedes arrebatado por el águila y en que otra vez está yacente la celestial pareja.
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