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LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

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<strong>LA</strong> <strong>CANDIDATURA</strong> <strong>DE</strong> <strong>ROJAS</strong><br />

romanas y de las ánforas griegas que se colmaban de dulce Chipre y<br />

de exquisito falerno! Estas otras ánforas, eran de simple madera, con<br />

una abertura practicada en la tapa superior, por la cual se escurrían<br />

los votos.<br />

Nada comparable a la gravedad de los jurados; sus miradas<br />

tenían la sutilidad de la de un juez, sus jaquettes y sus americanas<br />

azules y negros, imponían con su severidad.<br />

En los ángulos de la plaza, veíanse cuatro soldados, encargados,<br />

según el decreto respectivo, de guardar el orden.<br />

Al principio hubo cierto recogimiento. Oíanse únicamente voces<br />

apagadas; cuando más, movimiento de sillas y cuchicheo, si alguna<br />

buena moza cruzaba la plaza meneando las redondas caderas y<br />

mirando picarescamente a esa gente tan grave.<br />

Pero en el momento menos pensado, resultó un individuo de<br />

pésima facha cantando en media plaza:<br />

Natividad del alma,<br />

¿Qué cuento es este?...<br />

Echáronsele encima los cuatro guardianes cuyas pobres<br />

humanidades no podían con el beodo, y después de heroica lucha<br />

cuerpo a cuerpo, que los ciudadanos espectaron con la misma<br />

tranquilidad que una riña de gallos, fue aquél llevado a la policía.<br />

Calmóse el alboroto y comenzaba a reinar la paz, cuando en la<br />

mesa N° 3 gritó un hombre de poncho terciado al hombro y botas<br />

armadas de espuelas, señalando a otro:<br />

—Señor presidente: ése ha votado en otra mesa.<br />

Inmediatamente se sucedió horrorosa algarabía:<br />

— ¡Que preste juramento!<br />

— ¡No vale ese voto!<br />

— ¡Cállese su...!<br />

Salieron a relucir revólveres, bastones y puñales, no obstante lo<br />

cual y a pesar de las protestas del hombre de las espuelas, el<br />

presidente aceptó, previo juramento, el voto del ciudadano a quien se<br />

acusaba de haber sufragado dos veces.<br />

Este fue el punto de partida de una serie de desórdenes. En vano<br />

los jurados invocaban el derecho y el orden, en vano los guardianes<br />

pretendieron restablecer éste, armados de poderosos rebenques. La<br />

alcoholización y la bulla aumentaban. Decíase que en una tenducha<br />

próxima, mi contrincante Garabito repartía a sus electores alcohol<br />

alemán de cuarenta grados, rebajado mitad por mitad con agua. -<br />

Las muchachas de la capital, asomadas a las ventanas<br />

espectaban las votaciones con el mismo placer sanguinario con que<br />

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