LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> BOLIVIA<br />
—Magnífico, —repuse—, hacemos del "Bar 16 de Julio" nuestro<br />
cuartel general.<br />
Nataniel acogió la idea con entusiasmo. — ¡A ver, quién toma<br />
ese cuartel general!<br />
—No, amigo mío, —exclamó Martínez—. Una batalla sería peligrosa.<br />
Jugaremos billar y entre carambola y carambola...<br />
Don Eleuterio comenzó a tararear la marsellesa. Hiciéronle coro<br />
los demás y así entramos en el bar, cantando a voz en cuello:<br />
Allons, enfants de la patrie,<br />
Le jour de gloire est arrivé….<br />
El rayo de sol aquel que antes sonreía en la plaza, habíase<br />
ocultado tras un girón de nubes parduscas y amenazadoras. Los<br />
nimbos y los cúmulos se prolongaban hasta las cumbres de los<br />
cerros vecinos en actitudes guerreras. Oyóse un trueno lejano que<br />
fue repercutido por la serie de quebradas, como si hiciera fuego a<br />
distancia una escuadra aérea con cañones de 22 pulgadas. Poco a<br />
poco fue aquello creciendo, el nublado tornábase más sombrío y las<br />
descargas eléctricas sucedíanse con menores intermitencias.<br />
La bulla en el bar crecía a proporción.<br />
Habíanse incorporado a nosotros el poeta Rodríguez y Eusebio<br />
Toro.<br />
De improviso escuchamos un gran vocerío: eran varios electores<br />
que entraban.<br />
Uno de ellos tuvo la audacia de penetrar hasta la plaza montado<br />
en un negro mulo que iba dando saltos de carnero, hasta que al fin<br />
se precipitó como una avalancha, dispersó a los ciudadanos que<br />
rodeaban una de las mesas, y dio en tierra con la persona del jinete,<br />
un hombrecillo de largos bigotes y de rostro tostado por el sol.<br />
Cayó éste, que se hallaba borracho, con tan mala suerte, que<br />
resultó una de las espuelas que llevaba, enganchada en el freno y<br />
aunque procuró desasirse no logró conseguirlo. La bestia al sentir<br />
aquel peso en uno de sus costados, después de pegar un par de<br />
coses, una de las cuales dio en pleno rostro al infeliz, partió al<br />
galope, y a pesar de los gritos de los espectadores y del auxilio que<br />
alguno quiso prestar al herido, nadie pudo lograrlo, así que éste fue<br />
como un fardo, dando tumbos, chocando la inerte cabeza contra las<br />
piedras y destrozándose los brazos. Al fin, a dos cuadras de<br />
distancia alguien pudo sujetar al brioso animal y desenganchó la<br />
pierna derecha del pobre hombre que yacía sin sentido y que falleció<br />
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