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LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> BOLIVIA<br />

maestra de escuela unas nuevas peteneras que cantó<br />

detestablemente, acompañada por la guitarra de Eusebio Toro. D.<br />

Eleuterio, que se dignó acompañarme solo, pues su familia<br />

menospreciaba a gente tan alegre, puso en compañía de los<br />

hombres la cerveza y un aguardiente que juraba ser de una uva<br />

purísima.<br />

Partimos a la una del día a la chacarilla del presidente de la<br />

Municipalidad, llamada pomposamente "la Quinta de los nogales", sin<br />

embargo de que no tenía sino un sólo ejemplar de tales árboles.<br />

Marchábamos bulliciosos y alegres; ellas vestidas de quimón<br />

floreado o de satén blanco, ellos de claro, con sombreros alones y<br />

una flor en el ojal de la americana. Los hombres de la orquesta<br />

caminaban detrás con los instrumentos bajo del brazo: el pistón yacía<br />

en una funda gruesa, el violín dormía en su negro ataúd y las<br />

guitarras enseñaban alegremente sus caderas, sin pizca de pudor.<br />

Apenas abandonamos la villa, púsose la gente joven a recoger<br />

romaza; llenáronse los pañuelos con ella y bien pronto muchachas y<br />

galanes corrían persiguiéndose por senderos y caminos, jadeando y<br />

riendo...<br />

Yo permanecía serio, pero Milagros Moreira dio al traste con mi<br />

gravedad, arrojándome un puñado de romaza. Perseguíla,.. Corrimos<br />

largo tiempo saltando zanjas, salvando setos e internándonos por<br />

senderos, hasta que, al fin, la cogí, le robé el resto de romaza que<br />

llevaba, y luego de sofocarla a mi sabor y de llenarle el cuello de<br />

granilíos, mientras ella pedía misericordia, le di un par de sonoros<br />

besos en las frescas mejillas, sin que ella se ofendiera por tal cosa.<br />

Un cuarto de hora después llegábamos a la quinta, con gran<br />

alboroto, en tanto que la orquesta ejecutaba un bolero.<br />

Guardaban la entrada de la chacarilla, dos enormes cactus,<br />

cuyas hojas verdes festoneadas de amarillo se doblaban con<br />

elegancia y enseñaban sus negras y aceradas garras como otras<br />

tantas amenazas.<br />

La casa tenía dos pisos y un ancho corredor con pavimento de<br />

madera. Pintada de gris perla, colmada de enredaderas que así<br />

trepaban por las paredes serpenteando, o parásitas a un tronco o<br />

enroscadas a una columna caían con donaire; amorosamente<br />

enlazada por una luenga parra de pálidos racimos, resultaba la casa,<br />

sin embargo de hallarse bastante deteriorada, pintoresca y agradable<br />

a la vista.<br />

Habíase terraplenado un claro en la huerta para facilitar el baile y<br />

entre naranjo y naranjo y limonero y limonero, tendido cadenillas de<br />

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