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LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> BOLIVIA<br />

Isabel y sentarme a su lado, como en efecto lo hice. Agradecióme<br />

ella la atención y entre compás y compás y coda y coda cambiamos<br />

frases, ideas y miradas.<br />

Don Eleuterio Montes de Oca ofreciónos un par de vasos de<br />

cerveza que bebimos a nuestra recíproca salud, cuando de improviso<br />

un perrazo se lanzó a los pies de Isabel, la que, echándose<br />

ligeramente hacia atrás, derramó gran parte de su cerveza.<br />

—Es Silver, D. Otto Silver.<br />

— ¡Ah, Silver! -murmuró Felicidad, sonrojándose ligeramente.<br />

—Pero no se ponga Ud. coloradita—añadió D. Eleuterio mientras la<br />

joven hacía un mohín.<br />

Silver era un alemán cuadrado de espaldas, de cabello rubio<br />

claro pletórico y de encendido color; sus enormes manos sujetaban<br />

un latiguillo, especie de vara maestra con que educaba a Mein<br />

Freund, su perro, y sus no menos enormes pies calzaban<br />

gigantescas botas. Jamás logró hablar bien el español, sin embargo<br />

de que hacía un lustro se hallaba radicado en la capital de la<br />

Provincia, donde tenía una tienda almacén de trapos y abarrotes en<br />

la que vendía por mayor y menor, aunque importara directamente,<br />

contra lo establecido por el código mercantil. Llamábase aquella tienda<br />

"El Guacamayo", palabra que no pronunciaba bien don Otto y a la<br />

que daba cierta cacofonía detestable. Murmurábase que estaba<br />

enamoradísimo de Isabel Trigo y que el padre de ésta no miraba con<br />

malos ojos tal enlace. Fuere lo que fuere, lo cierto es que no<br />

agradaba a la joven, que sentía por el alemán y sus brusquedades<br />

tanta repulsión como por el perro y sus caricias.<br />

Hallábanse reunidos todos los invitados y comenzaba a<br />

oscurecer, cuando sirvieron un coktail a guisa de aperitivo. Don<br />

Eleuterio indicóme que ofreciera el brazo a una señorita para pasar al<br />

comedor. Hícelo, así, invitando a Isabel Trigo.<br />

———0———<br />

La mesa hallábase tendida en una larga habitación, especie de<br />

galería estrecha y baja. Las paredes encontrábanse atestadas de<br />

cromolitografías y oleografías. En los ángulos colgaban nidos de<br />

bayas (uchis) y en una especie de aparador o chinero, grandes<br />

ramas, de las que pendían farolillos, se alzaban hasta el tumbado.<br />

Con la primera copa de vino paróse don Eleuterio Montes de Oca<br />

y manifestó a sus oyentes que aquella comida era en honor del más<br />

conspicuo candidato que hasta entonces había pretendido<br />

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