14.04.2013 Views

LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>LA</strong> <strong>CANDIDATURA</strong> <strong>DE</strong> <strong>ROJAS</strong><br />

señores, gritaban a voz en cuello: — ¡tres, tres!<br />

Su vestido claro y ligero dibujaba contornos y morbideces<br />

encantadoras y apetitosas cómo fruta de la estación, sus cabellos<br />

crespos y un tanto alborotados por nuestros juegos anteriores<br />

rozábanme la cara con roces de seda perfumada que me<br />

estremecían y me incitaban. Milagros bailaba, además, con tanta<br />

gracia, quebraba el cuerpo con tantísimo garbo esencialmente criollo,<br />

que yo me sentía dominado y capaz de renunciar candidaturas a<br />

todas las diputaciones de mundo, por estarme allí haciendo la rueda<br />

a aquella buena moza.<br />

Por momentos descansábamos y sosteníamos íntimas<br />

conversaciones en tanto que la música de los bailecitos, poníanos<br />

alegres.<br />

— ¿Sabe Ud. que estoy más enamorado que...?<br />

— ¡Ah, sí! de la Trigo, de la Montes de Oca, de Carmen Meruvia.<br />

—Nada de eso, de usted. . .<br />

— ¡Ay, Jesús! ¡Cómo mienten los hombres!<br />

—Las que mienten son las mujeres. Un candidato a la diputación<br />

dice siempre la verdad. ¡Estoy enamorado de Ud., atrozmente<br />

enamorado!<br />

— ¿Sí? ¿Quién lo creería?<br />

—Ud. lo va a creer. ¡Soy capaz de jurárselo!<br />

—No perjure.<br />

—Necesito saber si Ud. me quiere un poquito, nada más que un<br />

poquito.<br />

—Antojo, no faltaba más, ¿qué ha hecho, para hacerse querer?<br />

—Pues, estarme muriendo con las ganas de darle un abrazo y un<br />

beso más fuerte que ese otro que le di.<br />

—Le va mal donde vuelva a hacerlo.<br />

— ¡Qué mala es Ud., pero no me importa! Si Ud. no me autoriza<br />

para ello, la beso aunque no quiera. — ¡A que no!<br />

— ¡A que sí!<br />

—Bueno, pero no delante de tanta gente.<br />

—Es que nos vamos a un rinconcito de la huerta, a un bosquecito<br />

donde nadie nos vea.<br />

— ¡Ay, por Dios! ¿Y si alguien nos mira?<br />

—No, ya verá que no.<br />

—Bueno, pero....<br />

—Vamos, vamos Milagros, Milagritos, y a pesar de sus protestas, la<br />

conduje a una glorieta cercada de arbustos y allí me la comí a besos,<br />

en tanto que ella languidecía los ojos color de vino añejo.<br />

66

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!