LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional
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<strong>LA</strong> <strong>CANDIDATURA</strong> <strong>DE</strong> <strong>ROJAS</strong><br />
La palabra diputado sonó en mis oídos con la misma dulzura que<br />
una promesa de amor. Ser padre de la patria a los veinticinco años,<br />
ser miembro del primer poder del Estado, ser un hombre público,<br />
ser...<br />
Imaginaba mi nombre estampado en la satinada superficie de<br />
una elegante tarjeta: Enrique Rojas y Castilla, diputado.<br />
¡Qué nombre más sonoro! Verdad que antes había sido Enrique<br />
Rojas Castilla solamente, pero aquel y, aumentado al apellido<br />
paterno, tenía un eufonismo innegable e iba a anonadar, con su<br />
aristocracia, a la burguesía que forma el Congreso.<br />
Veíame, ya, pronunciando en la Cámara de Diputados un<br />
discurso viril y elocuente: la frente alta, la mirada segura, la mímica<br />
correcta y las palabras fluyendo de mis labios con una elocuencia<br />
digna de Baptista. El costado izquierdo, ocupado por la oposición, me<br />
contemplaría con rabia, mientras la derecha aplaudiría los períodos<br />
rotundos y lógicos de las catilinarias con qué yo iba a aplastar a mis<br />
adversarios. En las paredes de la sala, los retratos de Bolívar y de<br />
Sucre parecerían animarse, como si recordaran Junín y Ayacucho.<br />
La barra interrumpiría mis cláusulas casi heroicas con nutridas<br />
palmadas, y en las tribunas, la encantadora Mercedes Silva, sonreiría<br />
con orgullo al escucharme, como quien dice: ¡qué bien habla mi<br />
novio!<br />
Mi inexperiencia de abogado novel no tendría que sufrir derrotas<br />
ni salvar obstáculos, a causa de la divergencia que existe entre la<br />
teoría y la práctica; porque, había que confesarlo; yo, que podía<br />
hablar hasta una hora sobre economía política, tres cuartos de hora<br />
sobre sociología y media hora sobre derecho público, veíame en<br />
serios aprietos para seguir un juicio sumario ante un alcalde parroquial.<br />
Comenzar como diputado era, pues, comenzar donde otros<br />
acaban, y en lugar de encontrarme obligado a conseguir ascensos en<br />
la penosa carrera del juez, pasar de un asiento de representante a un<br />
elevado cargo público.<br />
Por otra parte, los papás de Mercedes Silva no pondrían ya un<br />
gesto agrio al verme bailar con ella, pues, ¿qué más podían<br />
ambicionar para su hija que un diputado? Se abrirían para mí las<br />
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