LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional
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<strong>LA</strong> <strong>CANDIDATURA</strong> <strong>DE</strong> <strong>ROJAS</strong><br />
acaban de tratarme.<br />
—Tiene Ud. razón. ¡Quién lo hubiera creído!<br />
—Adiós, pues Carmen y que sea muy dichosa. ¿Están ahí su mamá<br />
y su hermana?<br />
—No, han salido, pero espere un momento. Vuelvo en seguida.<br />
Un instante después, regresaba con un objeto entre manos. Era<br />
un sobre cerrado que contenía algo. Abrílo y encontré un rizo de los<br />
negros cabellos de la joven.<br />
¡Pobre muchacha!<br />
———0———<br />
Era preciso, además, ir a ver a don Remigio y pedirle ayuda, que<br />
bien la necesitaba en el asunto de mi prima. Me dirigí, pues, a su<br />
casa.<br />
Así que me hallé en presencia del buen hombre titubeé antes de<br />
empezar.<br />
—Señor cura:<br />
La noche en que me convidó Ud. a aquel delicioso ponche de<br />
almendras, del que guardo imperecederos recuerdos me dio a<br />
entender que esperaba bendecir mi matrimonio con Inés. Y aunque<br />
le cause extrañeza que me dirija a un sacerdote con motivo tan<br />
profano, que debía ser exclusivamente de cuenta mía, la estimación<br />
que sé que Ud. me profesa y el prestigio de que goza Ud. en casa de<br />
mi tío, me obligan a demandar su ayuda.<br />
Don Remigio se frotó las manos con satisfacción y repuso:<br />
—Con mucho gusto, mi querido doctor don Enrique. ¿En qué forma y<br />
cómo deberé hacerlo?<br />
— ¿Sabe Ud.? Aunque no conozco con seguridad los sentimientos<br />
de mi prima, tengo motivos para presumir que no le soy<br />
desagradable. No se trata, pues, de ella, sino de don Pedro Rojas, mi<br />
tío.<br />
Como sabrá Ud. señor cura, he sido derrotado en las elecciones<br />
por una considerable mayoría de votos en favor de mi contendiente.<br />
Ahora bien, en el asunto de la diputación no he trabajado como<br />
debía y ésta es una de las razones por las cuales sólo obtuve la<br />
suplencia.<br />
Por otra parte, mi tío, que ha hecho cuanto le era posible por<br />
conseguir el triunfo de mi candidatura, debe encontrarse herido en su<br />
amor propio. Ud. conoce, señor cura lo que es el amor propio de don<br />
Pedro Rojas. Es un amor propio exagerado, que participa del orgullo<br />
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