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LA CANDIDATURA DE ROJAS - Archivo y Biblioteca Nacional

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> BOLIVIA<br />

La tomé ambas manos que ella abandonó entre las mías y la<br />

atraje hacia mí.<br />

— ¿No es cierto que me quieres, Inés?<br />

Sus cabellos negros y perfumados rozaban mi frente, sus manos<br />

estrechaban fuertemente las mías, y sus ojos languidecían<br />

mirándome con un mirada llena de voluptuosidad y de promesas.<br />

No pude contenerme, la atraje vivamente hacia mí y la besé en<br />

los labios.<br />

Ruborosa y agitada, deshízose de mis brazos, paróse de un salto<br />

y se alejó corriendo, mientras mis ojos la seguían cariñosamente.<br />

Antes de desaparecer de mi vista detrás de los árboles, volviese<br />

y sus hermosas pupilas negras me enviaron una larga caricia.<br />

———0———<br />

Durante la comida, Inés había evitado mirarme. Por más<br />

esfuerzos que hice para interrogar a sus pupilas la causa de su<br />

actitud, sus ojos, como si se hallaran diestros y experimentados en<br />

cuestión de esquiveces y desdenes, se dieron maña para no<br />

encontrarse con los míos.<br />

Ella sabía muy bien, que después de nuestra conversación en el<br />

jardín, nada me habría sabido mejor que la limosna de una mirada<br />

dulce y, sin embargo, rehuía el concederla. ¿Lo hacía por<br />

malignidad, lo hacía por turbación, lo hacía por coquetería? No sé.<br />

¡Pero hubiera deseado tanto que sus bellos ojos me confortaran, me<br />

dieran valor para arrastrar serenamente las palabras con que don<br />

Pedro Rojas me participaría que la mano de Inés había sido<br />

solicitada por el más rico propietario de la Sección y que él pensaba<br />

concederla!<br />

Por momentos apoderábase de mí el mayor desaliento. Tras de<br />

la derrota sufrida en las elecciones, parecíame que lógicamente<br />

debía seguir el desastre de mis amores, el rechazo de mis<br />

pretensiones matrimoniales.<br />

Reprochábame el no haber manifestado a mi prima la intención<br />

que tenía de pedir también su mano y el no haberme puesto de<br />

acuerdo con ella sobre este punto.<br />

Es cierto que Inés no me respondió si me quería o si yo le era<br />

indiferente, a pesar de mis reiteradas instancias. El amor, además,<br />

me había vencido, y aquel beso, aquel delicioso beso, casi robado a<br />

sus labios, puso fin a la conversación que iba a decidir de mi suerte.<br />

¡Qué importaba que sus ojos me hablaran de cariño, que ella me<br />

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