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LUIS NAVARRO MIRALLES<br />
senorial —la mitad pertenecía al arzobispo— y la real —la otra mitad al rey—,<br />
y también por ser plaza militar, a la larga tuvo un efecto negativo en cuanto<br />
a las perspectivas de Tarragona. Y sin puerto para mercaderías y trafico comercial<br />
las posibilidades de la ciudad eran, pràcticamente, nulas.<br />
La construcción del puerto tarraconense provino del apoyo final de las<br />
fuerzas tradicionales y de las insistentes peticiones de la ciudad. Se necesitaba<br />
un puerto para la escuadra real del Mediterràneo, pero al mismo tiempo, éste<br />
dinamizaría la vida econòmica de la ciudad y comarcas. Tarragona, al final, obtuvo<br />
los privilegios para reconstruir los muelles con las aportaciones fiscales de las<br />
aduanas costeras de las villas situadas al norte y sur de la capital. En 1786 se<br />
habilito a Tarragona para exportar a Amèrica, lo que significaba su incorporación<br />
al comercio general, y tres afios después se le concedió, por lògica, el permiso<br />
para habilitar los puntos de atraque. Las obras definitivas se iniciaron en 1792.<br />
Pero fuera uno u otro el puerto, en el contexto general, el Camp de Tarragona<br />
y las comarcas limítrofes dispusieron de un puerto de embarque seguro, màs<br />
moderno y dotado de almacenes. Un puerto indispensable para abrirse a un<br />
comercio cada vez màs universal.<br />
Al transporte marítimo había que afiadir el transporte por tierra. Unos pocos<br />
caminos unían las ciudades y villas del Camp y comunicaban con los reinos de<br />
Valencià y de Aragón. Pese a sus grandes deficiencias, su importància en aquella<br />
economia precapitalista fue singular. Vertebraba el comercio interior. Llevaban a<br />
cabo el transporte los arrieros que conducían las mulas y otros animales de carga,<br />
el medio màs usual por la carència de buenas vías. También se usaban carros,<br />
de mayor rendimiento, que podían llevar casi mil litros de carga neta. Hacia 1777<br />
se consolido la ruta de Barcelona, y la de Valencià, y Aragón que conectaban<br />
con el puerto de Salou, después, lo harían con el de Tarragona.<br />
Comerciantes, como Lacomme, enviaban mercaderías a Barcelona para<br />
reembarcarlas en Càdiz para Amèrica. También a Bilbao, para enviarlas a puertos<br />
del norte de Europa. El comercio del grano se hacia, también, en carros<br />
aprovechando el eje que llegaba hasta las tierras cerealistas de Lleida y Aragón.<br />
De igual modo las resmas de papel y algunos textiles solían utilizar el mismo<br />
sistema de transporte. La demanda de medios oriento a un número importante<br />
de personas a dedicarse al transporte. En el campo crecían un número considerable<br />
de algarrobos, para alimentar a los animales de tiro. Se construían carros y en<br />
la costa las barcas, una y otra actividad permitió disponer de un personal<br />
especializado, la marineria, experimentada en el mar, que pasaba a engrosar el<br />
grupo de los matrículados, con algunos privilegios y dispuestos a servir en los<br />
buques del rey.<br />
No hay que olvidar el transporte por el Ebro. Desde las tierras del interior,<br />
en donde invertían compafiías como la de Satorra-Cortadella, la llamada Compafiía<br />
de Aragón, llegaban los productes que se intercambiaban por mercaderías<br />
catalanas. En este comercio fluvial se traficaba, no solamente en cereales, también<br />
corderos, cueros, cordelería, textiles, etc. Una via cuyo eje era el padre Ebro.<br />
58 <strong>SANTES</strong> <strong>CREUS</strong> (2002) 51-66