Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books
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cañe a eHos ka tenido que recurrir a procedimientos<br />
cuyos resultados, si bien en principio parecieron satisfactorios,<br />
se ha comprobado que son relativísimos, dado<br />
a lo imperfecto de los sistemas y a lo limitado de<br />
•uestras especulaciones que no nos permiten adquirir la<br />
seguridad de que nuestros razonamientos y juicios descansan<br />
sobre una base firme, estable, que conceda cierta<br />
infalibilidad a nuestros sentidos.<br />
Resultaría sumamente interesante —pero es imposible<br />
enfrascarnos en tal tarea en el reducido marco de un<br />
artículo de revista— emprender un minucioso examen<br />
psicológico de las fuerzas mentales humanas, a un de<br />
comprobar si realmente el ímpetu espiritual del hombre<br />
posee el sentido de viabilidad necesario para llegar a<br />
una comprensión aproximadamente adecuada de! mundo<br />
y de sus fenómenos. Estimamos, sin embargo, que semejante<br />
método daría como resultado evidenciar que<br />
bay un punto en que las deducciones lógicas y los razonamientos<br />
apoyados en pruebas, Kan de detenerse para<br />
dejar libre paso a la imaginación, puesto que el hombre,<br />
en el estado actual de evolución en que se halla y a<br />
despecho de los adelantos científicos, se ve imposibilitado<br />
de descifrar satisfactoriamente el enigma de la<br />
«realidad» psíquica y aun de lo fenoménico, en ciertos<br />
respectos.<br />
De esta imposibilidad, de semejante limitación hunana,<br />
nacieron infinidad de errores y teorías que adquirieron<br />
auge, y filosofías que crearon escuelas; sustentáronse<br />
miles de tesis, divergentes y encontradas a<br />
veces, partiendo todas de datos positivos y de especulaciones<br />
rigurosamente lógicas, pero ninguna de ellas<br />
pudo explicar «satisfactoria y certeramente» el origen<br />
de las cosas y la causa de las mutaciones constantes,<br />
por cuanto limitáronse —no podían hacer otra cosa—<br />
a desarrollar premisas elaboradas por generaciones pretéritas,<br />
y a construir brumosas suposiciones que, a pesar<br />
de su esplendente belleza, han tenido que ser desechadas<br />
a causa de ¡os nuevos aspectos que el progreso ha<br />
dado al problema.<br />
De un modo abstracto el hombre puede concebir la*<br />
Más perfectas y seductoras soluciones, de igual manera<br />
como el matemático discurre acerca de las rectas, las<br />
planas y los círculos acabados, sabiendo que en la Naturaleza<br />
no existen esas figuras en su cabal perfección<br />
y que, por tanto, son meras creaciones de su pensaraiento;<br />
lo mismo acontece cuando el físico razona<br />
acerca de los sólidos y los fluidos perfectos, por cuanto<br />
esa perfección, según se desprende de nuestros conocimientos<br />
relativos a la materia, no existe; exactamente<br />
podemos decir con relación a los cuerpos puros, cuya<br />
pureza es absolutamente imaginaria por la sencilla razón<br />
de que los cuerpos no pueden alcanzar este «grado».<br />
Sin embargo, ha sido preciso crear y adoptar tales hipótesis<br />
para realizar la investigación científica, y el misno<br />
artificio ideóse cuando se quiso construir un sistema<br />
filosóficorreligioso que explicara lo hasta ahora inexplisable.<br />
Así, pues, es evidente que la mayor dificultad intelectiva<br />
en el hombre surge cuando no hay una relación<br />
de comprensibilidad entre su yo y el objeto o idea que<br />
forman un mundo o un cuerpo distinto. Nuestros conocimientos<br />
no abarcan ni comprenden lo absoluto, puesto<br />
que éste consiste en la armonización de lo objetivo y<br />
lo subjetivo, y ya que nuestros conocimientos oo so«<br />
el resultado positivo de la comprensión cabal, segura,<br />
de cuanto nos rodea y aun de lo lejano.<br />
Es evidente, empero —y el irtextinguido afán por<br />
alcanzarlo atestigua esta suposición—, que la evoiución<br />
del pensamiento humano y los conocimientos adquiridos,<br />
habrán de permitirnos, algún día, rebasar los límites que<br />
actualmente encadenan nuestra inteligencia, para llegar<br />
a identificar los efectos y las causas y desentrañar, así,<br />
el secreto que la Naturaleza, cual la simbólica esfinge<br />
de los egipcios, guarda impasible en sus entrañas.<br />
Mientras llega este instante —que será el del gran<br />
triunfo de la Ciencia—, es conveniente recordar, de<br />
vez en cuando, que nuestros conocimientos hállanse<br />
constreñidos a determinados límites, y que incluso k<br />
Ciencia, cuando ha querido salirse de ellos, ha debiáo<br />
apoyarse en bases arbitrarias. Toda explicación, pues,<br />
que *e aparte de la realidad y recurra a la intervención<br />
divina para explicar el Universo, ha de merecer el desprecio<br />
de toda persona culta. Tan sólo la razón y la<br />
experiencia podrán elevarnos hasta la cúspide de la<br />
Sabiduría y nos permitirán descubrir la Belleza y la<br />
Verdad.<br />
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