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Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books

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os no hay un lazo de amor, o, a lo sumo, sólo existe<br />

el recuerdo de un idilio fugaz que desapareció para<br />

no volver.<br />

Los enemigos de la emancipación sexual femenina<br />

no cesan de lanzar, repetidamente, envenenados dardos<br />

contra los pocos propugnadores de la tesis pluralista<br />

—quienes reconocen a ambos sexos la máxima libertad<br />

de disponer de su vida sexual— y afirman, en su afán<br />

de desprestigiarnos, que tanto la poligamia como la<br />

poliandria son depravaciones horrendas del amor.<br />

Nosotros, por el contrario, invocamos la ley natural,<br />

no escrita, pero intuida, que induce inconscientemente<br />

a todo hombre y mujer a sentir inclinación, simpatía o<br />

atracción —formas todas de un dormido deseo genésico—<br />

hacia un determinado ser del sexo opuesto, para<br />

demostrar que toda traba puesta a la manifestación espontánea<br />

y libre del amor acarrea, necesariamente, una<br />

reacción —rebelión— que se traduce en una exigencia<br />

irrefrenable de vulnerar lo preceptuado.<br />

Además —por lo expuesto y por otras razones que<br />

podríamos aducir—, afirmamos que es mezquino vivir<br />

toda la vida limitados a un mismo ser. Entiéndase<br />

bien, sin embargo, que glorificar el amor libérrimo no<br />

es destruir la belleza de los amores únicos. Reconocer<br />

la necesidad de pluralización, en muchos, no es negar<br />

la necesidad que otros sienten de permanecer unidos<br />

siempre al mismo ser. Nuestra aseveración presupone,<br />

única y exclusivamente, el deseo intenso de ver cómo el<br />

sexo, cual águila majestuosa, extiende sus alas y se remonta<br />

a las alturas inmarcesibles, donde nada ni nadie pueda<br />

manchar la pureza de su libertad, entera, amplia,<br />

integral.<br />

Si los pensamientos y las acciones llegan a plasmar<br />

as!, en esta comprensión armónica que facilitará la convivencia<br />

humana y la realización de los más fervientes<br />

postulados éticos, la especie podrá estar de parabienes<br />

y el amor sin trabas habrá realizado el prodigio.<br />

Pero, a! embriagarnos con las mieles de este triunfo,<br />

no olvidemos nunca que por encima de todas las consideraciones,<br />

de todas las conveniencias, está la dicha<br />

de amar y ser amado, que no puede negarse a nadie,<br />

que no debe, en ningún caso, constituir una excepción.<br />

Y mientras llega la hora de ver realizadas éstas, que<br />

algunos llaman utopías, pensemos —como dijo magistralmente<br />

el poeta argentino— «en los hogares donde<br />

los besos no tienen la armonía de los gorjeos amorosos<br />

del nido». No olvidemos que son a millares los matrimonios<br />

que viven en el infortunio de no comprenderse,<br />

que se debaten en el infierno del desamor. La vida en<br />

común, en estos casos, es la vida triste y casi miserable<br />

—aun entre las mayores riquezas— bajo un cielo tormentoso<br />

en donde únicamente el niño —el hijo— logra<br />

enhebrar, a veces, un rayo de sol entre dos nubes...<br />

Y, ante semejante calvario de dolor y de hastío,<br />

decidme si no es justo, si no es santo rebelarse contra<br />

la cadena de las «buenas costumbres» que consagran,<br />

enaltecen y glorifican la injusticia de vivir así.<br />

No es de extrañar, pues, que frente a este martirio<br />

lento, de todos los días, de todas las horas y de todos<br />

los minutos de la mujer, haya surgido una fórmula que<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

ha venido a ser como un bálsamo aliviador: el amor<br />

ilegal.<br />

La mujer ideó amar a despecho de toda ley social,<br />

religiosa y moralista, es decir, se arrojó en brazos del<br />

adulterio, porque no halló en el matrimonio la esperada<br />

dicha del amor. Porque, en lugar de encontrar en esta<br />

institución legal la plena satisfacción de sus deseos,<br />

de sus sueños y de sus aspiraciones de fémina, encontró<br />

despotismo, obligaciones, sumisión y, lo que es<br />

aún peor, incomprensión.<br />

Sólo un medio existe para salvar el hogar y para<br />

evitar el adulterio, y este medio es la libertad sexual.<br />

Todos los sistemas a que se recurra —fuera del citado—<br />

están condenados al fracaso y no lograrán otra cosa que<br />

prolongar los estertores de una agonía ya de por sí<br />

cruenta y dilatada.<br />

Porque el amor es una función personaiísima, ética,<br />

por sí misma, que, al modo de ciertos animales, muere<br />

en el cautiverio... y vive, se desarrolla y crece en la<br />

más amplia libertad. .

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