Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books
Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books
Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ístudios<br />
El funcionario obedeció y continuó.<br />
A las cuatro de la madrugada, cuando mayor era el<br />
silencio en el despacho del director, oyóse resonar en<br />
todo el recinto una carcajada formidable seguida de<br />
algunas exclamaciones incoherentes y estentóreas. El<br />
director y el jefe de oficinas se precipitaron en el departamento<br />
del señor López y vieron a éste dando vueltas<br />
por la habitación en la actitud de un hombre que<br />
caza moscas.<br />
Los dos jefes quedaron sorprendidos.<br />
—¿Qué hace usted, señor López? —preguntó con<br />
inquietud el director.<br />
El funcionario les dirigió una mirada extraña y contestó<br />
:<br />
—Estoy buscando los siete céntimos, señor.<br />
El jefe de oficinas y el dilector se miraron entre sí,<br />
comprendiendo la catástrofe. El infeliz funcionario se<br />
había vuelto loco.<br />
—¡ Pérez ! —gritó el director asomándose a la<br />
puerta.<br />
Un instante después apareció en la oficina el único<br />
ser que allí podía llamarse Pérez : el conserje.<br />
El director le dio instrucciones para que retirasen de<br />
allí al enajenado y le mandó a buscar urgentemente al<br />
señor Ortiz, otro funcionario de la casa.<br />
—Habrá que indemnizar—susurró el jefe de Oficinas<br />
cuando sacaban al señor López.<br />
—¡ Phs ! No hay más remedio. Cargúelo usted en<br />
«Material inutilizado».<br />
El señor Ortiz, cuyo aviso urgente atendió en el acto,<br />
empezó a sumar a las cinco y veintidós minutos de aquella<br />
madrugada. A las seis menos cuarto de la tarde siguiente<br />
(el Banco había permanecido cerrado todo el<br />
día) sonó una detonación en el departamento de Oficinas<br />
y el señor Ortiz dejaba de sumar definitivamente.<br />
Se había suicidado.<br />
—Nueva indemnización...—insinuó el señor Heredia.<br />
—¡ Qué le vamos a hacer ! —suspiró resignadamente<br />
don César—. Lo esencial es que aparezca esa endiablada<br />
suma perdida.<br />
Un tercer funcionario pasó a ocupar inmediatamente<br />
el puesto abandonado por sus dos predecesores.<br />
Entretanto, en la calle se habían producido sucesos<br />
de decisiva importancia. Los periódico» del lunes publicaron<br />
en grandes caracteres estos títulos alarmantes :<br />
«Pánico en la Banca. Un empleado se vuelve loco y<br />
otro se suicida. Se desconocen las causas del crac.» A<br />
continuación, reseñaban algunos detalles exteriores de<br />
la tragedia, pero se reservaban el nombre del Banco<br />
que había sido teatro de los sucesos. No obstarte, el<br />
instinto de las gentes se orientó enseguida hacia el establecimiento<br />
de Hardin, Jundell y Compañía. A las nueve<br />
de la misma noche, una cola de más de seiscientos<br />
acreedores extendíase a lo largo de las aceras del vasto<br />
edificio bursátil, cuyas puertas permanecían cerradas.<br />
Los más escalofriantes comentarios recorrían aquellas<br />
filas de gentes torturadas por la visión de la ruina y de<br />
© faximil edicions digitals 2006<br />
la miseria. Hubo también algunas escenas de dolor,<br />
oportunamente registradas por la Prensa.<br />
Dentro, el director, el jefe de Oficinas, el Consejo<br />
de Administración en pleno y los 522 empleados subalternos,<br />
trabajaban febrilmente en la captura de aquella<br />
suma inverosímil, que había trastornado el equilibrio<br />
de una podeíosa organización. Un miembro del Consejo<br />
de Administración se atrevió a insinuar que acaso<br />
fuera más práctico mandar al diablo los siete céntimos y<br />
medio y recomenzar las operaciones. Todos los circunstantes<br />
miraron con ojos atónitos al que había puesto tan<br />
inaudito absurdo, y, naturalmente, a las dos horas quedaba<br />
eliminado del Consejo.<br />
A las nueve de la mañana del tercer día las puertas<br />
del Establecimiento fueron violentadas por la multitud ;<br />
los miles de acreedores esgrimían en sus puños crispados<br />
los documentos de sus créditos, exigiendo la devolución<br />
del dinero. El director salió al vestíbulo para<br />
explicar ante aquella muchedumbre enloquecida por la<br />
codicia las causas a que obedecía el cierre temporal<br />
del Establecimiento. No consiguió nada. Rápidamente<br />
hubo de abrir las ventanillas de «Pagos» y organizar<br />
la retirada del dinero. Se hizo lentamente, procurando<br />
ganar tiempo con la esperanza de que la incógnita del<br />
libro Mayor quedase resuelta antes de que fuera demasiado<br />
tarde. Entre el ir y venir de aquellos rostros<br />
homicidas que se recortaban en los rectángulos de las<br />
ventanillas, el director danzaba de un lado a otro dando<br />
órdenes, como el capitán de un buque que naufraga.<br />
De vez en cuando entraba en el departamento donde<br />
se verificaban las sumas, para inquirir nuevas noticias.<br />
Estas eran cada vez más desalentadoras. A la falta<br />
inicial de los siete céntimos y medio se había"n sumado,<br />
primero, las quince pesetas de la cena del señor López,<br />
las cuarenta y cinco pesetas de sus botas quemadas;<br />
cinco mil pesetas de indemnización a su mujer; otras<br />
cinco mil, para la del suicida; varios miles distribuídos<br />
en concepto de gratificación entre los empleados<br />
que realizaban las sumas, y quinientas mil, que los<br />
acreedores habían retirado a aquella hora.<br />
A las tres de la tarde, el capital del Banco quedaba<br />
totalmente liquidado. Algunos centenares de víctimas<br />
sollozaban desgarradoramente en los pasillos con<br />
sus papeles inútiles en la mano.<br />
En este momento, el director y el jefe de Oficinas<br />
se encerraron en una habitación, y el primero dijo al<br />
segundo, tendiéndole solemnemente la mano :<br />
—Querido señor Heredia : La ruina está consumada<br />
; pero los principios quedan en pie. Ya sabe usted<br />
cuál es nuestro deber ahora...<br />
El señor Heredia asintió. Momentos después sonaban<br />
dos detonaciones en aquella sala y los dos altos<br />
funcionarios quedaban tendidos en el pavimento, muertos...,<br />
muertos sobre su minúsculo concepto del orden.<br />
Ahora, una última revelación para los curiosos : Los<br />
siete céntimos y medio fueron hallados en el manicomio<br />
donde se encontraba recluido el señor López; fueron<br />
hallados en forma de factura, naturalmente : los había<br />
empleado el probo funcionario en adquirir un lápiz<br />
para verificar la suma que dio origen a la ruma...