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Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books

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ducción, se puede economizar el trabajo anual de 75.000<br />

obreros; en la industria metalúrgica, el de 250.000. y<br />

en la textil, el de 500.000.<br />

Que no hay la menor exageración en estos cálculos,<br />

salta a la vista si se tiene presente que hay fábricas<br />

de calzado en las que un obrero produce en un día dos<br />

pares y otras en las cuales el mismo obrero produce en<br />

el transcurso de la jornada diaria, doce pares; altos<br />

hornos en los cuales un trabajador produce una tonelada<br />

de hierro en una hora y doce minutos y otros donde<br />

para obtener la misma producción se necesitan once horas,<br />

y fábricas de aserrar madera en las que la labor<br />

por hora es de 15 pies de tablas y otras cuyo rendimiento<br />

alcanza a 323 pies en el mismo espacio de<br />

tiempo.<br />

Evidentemente, si la economía de esfuerzo y de tiempo<br />

que esto representa se tradujera en una disminución proporcional<br />

de la jornada de trabajo, no habría problema.<br />

Pero eso, que sería lo justo, no conviene al capitalista.<br />

De ahí que no quede otra solución que prescindir de él.<br />

Cierto que, de cualquier modo, el sistema actual está<br />

condenado a desaparecer. Si las mejoras introducidas<br />

en la técnica de la producción hubieran de revertir en<br />

beneficio de todos, el capitalista estaría de más. Y que<br />

beneficie, como hasta ahora, a unos cuantos, no puede<br />

tolerarse, a menos que aceptemos impasibles el aniquilamiento<br />

total por Hambre de la especie. El decrecimiento<br />

que se nota ya hoy en la población de los países<br />

más afectados por la quiebra del sistema en vigor, es<br />

ana anticipación de ese aniquilamiento que sólo puede<br />

fer evitado transformando a toda prisa nuestra absurda<br />

organización económica.<br />

Antes, cuando las aplicaciones de la técnica no eran<br />

tan generales ni tan perfectas, las crisis que afectaban<br />

periódicamente a la industria, Hallaban solución en la<br />

conquista de nuevos mercados. En la actualidad ese<br />

recurso no puede utilizarse, porque, con pequeñas variantes,<br />

el desarrollo industrial ha alcanzado casi Igual<br />

grado en la mayoría de los pueblos del mundo. En<br />

vano se exprimen el cerebro los economistas de la escuela<br />

burguesa para hallar una salida. No la hay dentro<br />

de la organización capitalista. Y, naturalmente, cuando<br />

estos señores emiten con aire engolado y tono doctoral<br />

alguna idea, causarían risa si no suscitaran la mayor indignación.<br />

Atribuyen las causas de la crisis a la aparición<br />

periódica de las manchas solares, a la moda<br />

femenina de la falda corta, a la insuficiencia de circulación<br />

fiduciaria, a la carencia de espíritu cristiano en<br />

los obreros y a otros motivos análogos. Estos tipos, flor<br />

y nata de los economistas, resultan enteramente despreciables.<br />

Porque no es concebible que crean en las memeces<br />

que dicen, y si las creen, su indigencia mental<br />

es tan absoluta como evidente.<br />

Sobran productores y faltan consumidores.<br />

La Humanidad ha luchado afanosamente durante milenios<br />

y milenios para llegar a la conclusión de que debe<br />

morirse de hambre porque produce con exceso de todo<br />

lo necesario para vivir bien. Esa es la verdad entera<br />

y verdadera.<br />

Claro que no seremos tan negados que nos resignemos<br />

a sucumbir mansamente. La ley de la necesidad que<br />

«os indujo a crear tanta* maravillas, nos obligará a cam-<br />

biarlo todo de alto abajo para hacer del solar del mundo,<br />

convertido hoy en palenque de luchas fratricidas, la<br />

morada decente y agradable del hombre libre y pacífico.<br />

Y eso habrá que hacerlo a toda prisa.<br />

El individuo se somete de buen o mal grado a lo que<br />

no tiene remedio. Pero la calamitosa situación actual lo<br />

tiene y bien sencillo por cierto. Nada más con lo que<br />

en nuestros tiempos se despilfarra estúpidamente »in<br />

provecho para nadie y con daño para todos los humanos<br />

sin excepción, podría asegurarse la vida a la Humanidad<br />

entera. Los números cantan.<br />

Lo que cuesta al mundo el paro forzoso se eleva<br />

anualmente a la cifra aproximada de 600.000 millones<br />

de dólares. Si unimos a esto lo que importan los impuestos<br />

de guerra, confesados por todos los países del mundo,<br />

y que dan una suma anual de 20.077.220.077 dólares,<br />

resultará un total de seiscientos Veinte mil<br />

setenta y siete millones doscientos Oeinte mil setenta<br />

y siete dólares (620.077.220.077). Con el cambio<br />

a la par esta cifra se convertiría en tres billones doscientos<br />

quince mil setecientos Oeinte millones cuatrocientos<br />

sesenta y tres mil trescientos diecinueve pesetas<br />

(3.215.720.463.319).<br />

Estas cifras, verdaderamente astronómicas, no pueden<br />

ser abarcadas por la imaginación humana, pero podemos<br />

hacernos una idea de lo que significan si establecemos<br />

algunas comparaciones.<br />

Sólo para contar esta suma, reducida a monedas de<br />

cinco pesetas, y suponiendo que un hombre pueda contar<br />

cien de ellas por minuto, se necesitarían para COBtarla,<br />

sin descansar ni de noche ni de día, la friolera<br />

de más de 12.236 años. Si la convirtiéramos en barras<br />

de oro, su peso total sería de 1.240.154.440 kilogramos,<br />

y precisaríamos para transportarle 124.015 vagones, o<br />

2.480 trenes de 50 vagones cada uno. Si nos propusiéramos<br />

invertir esa cantidad en la creación de escuelas<br />

y presupuestáramos para cada una un millón de pesetas,<br />

podrían crearse 3.215.720 escuelas y aún sobrarían<br />

463.319 pesetas. Y, por último, si distribuyéramos esa<br />

suma entre los 340.000.000 de familias de cinco personas<br />

en que puede dividirse la actual población del mundo,<br />

correspondería a cada una más de 9.458 pesetas.<br />

Y esto es sólo una parte de lo que se despilfarra, pues<br />

ya habrá observado el lector que no hacemos referencias<br />

a lo que cobran los centenares de miles de obreros empleados<br />

en las industrias de guerra, ni lo que se llevan<br />

en todos los países los componentes de la abundante<br />

fauna presupuestívora, y los millones de holgazanes que<br />

viven sin hacer nada útil y que se llevan, como es sabido,<br />

los mejores bocados.<br />

En presencia de esta realidad, es lógico esperar que<br />

la Humanidad no se resigne a perecer de hambre y<br />

que procure establecer un modo de organización en el<br />

cual se procure distribuir mejor esa formidable suma<br />

de riqueza que es notoriamente suficiente para colocar<br />

al abrigo de la necesidad a todos los seres humanos,<br />

aunque éstos se duplicaran.<br />

De otra parte, la necesidad hace la ley.<br />

El sistema capitalista es impotente para resolver la<br />

tremenda crisis que atravesamos. Posibilidades, como<br />

hemos visto, no faltan. Cada día es mayor el número<br />

de los que ante la realidad abren de par en par los ojo*<br />

© faximil edicions digitals 2006

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