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Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books

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a, que es ateo; Barbedette, profesor en Luxeuil, y ateo<br />

también; J. Gimas y Sola, astrónomo, de Barcelona;<br />

Víctor Margueritte, el célebre literato; Albert Mery,<br />

biólogo, de París; Víctor Delfino, de Buenos Aires;<br />

Foveau, de Courmelles; Félix Monniet, Jacquemin, Jawonski,<br />

Pierre Lariviere, etc., etc., y muchos otros, cuyos<br />

nombres siento no recordar, hombres de ciencia eminentísimos,<br />

ateos, y nada sospechosos, admite el principio<br />

de que los errores de los hombres influyen en las condiciones<br />

atmosféricas de nuestro planeta, e incluso pueden<br />

influir en las capas atmosféricas de otros planetas vecinos<br />

del nuestro.<br />

Y no se diga que esto es credulidad ciega, superstición,<br />

espiritismo ni metafísica... Todo lo contrario; abran la<br />

revista científica La Vie Unioerselle, que publica la<br />

A. I. B., y comprueben, por sí mismos, las observaciones<br />

de los grandes científicos contemporáneos. Verán ustedes<br />

como no me alejo de la realidad. Los más modernos aparatos<br />

cinematográficos registran las curvas y las formas<br />

de las vibraciones emitidas por las voces de los artistas.<br />

No es, pues, descabellado afirmar que la Ciencia,<br />

dentro de poco, podrá establecer el sistema que permita<br />

captar el pensamiento humano de manera positivamente<br />

definida, quizá revistiendo formas coloreadas o luminosas.<br />

Por otra parte, la A. I. B. publica interesantísimos estudios<br />

en demostración de que, tanto los humanos como<br />

los animales, somos parásitos de la Tierra, y tal vez<br />

parásitos incómodos porque ocasionamos guerras y revoluciones<br />

con su inevitable secuela de locuras : gases asfixiantes,<br />

explosivos, nubes de humo artificial, etc.; explosiones<br />

de minas soterrañas y submarinas, trincheras y<br />

demás actividades destructoras; todo lo cual ocasiona un<br />

enorme desequilibrio del planeta y produce perturbaciones<br />

en la atmósfera. Tal es la locura humana que atenta<br />

contra su propio bienestar.<br />

Admitida esta hipótesis sería posible suponer que la<br />

lucha, en el Universo, y, más especialmente, en nuestro<br />

planeta, proviene de los sentimientos opuestos que se<br />

atacan y chocan produciendo explosiones más o menos<br />

violentas.<br />

Además, ya es sabido que hay épocas de suicidios y<br />

de crímenes, los cuales van en aumento por efecto de la<br />

sugestión, y que éstas coinciden con determinadas manchas<br />

solares, ciertas estaciones del año y también según<br />

las horas del día. Sabemos cuál es la influencia de la<br />

luna en las mareas e incluso en los períodos femeninos...<br />

De manera que es innegable que existe reciprocidad de<br />

atracciones entre los astros y los seres humanos...<br />

Así, pues, si dejamos que nuestro pensamiento revolotee<br />

en torno a semejante hipótesis, sus deducciones pueden<br />

llevarnos, también, a establecer que la violencia es<br />

el desequilibrio y que solamente la ley del Amor es la<br />

ley del Universo.<br />

Llegaríamos a conclusiones completamente opuestas de<br />

las que sentaran multitud de propagandistas revolucionarios,<br />

y en especial de las que propagan los comunistas<br />

autoritarios —error en que caen, desgraciadamente,<br />

no pocos anarquistas—. Entonces podríamos afirmar que<br />

la violencia de los hombres es la que provoca lo que<br />

hemos dado en llamar «violencia de la Naturaleza».<br />

Y ya envueltos por esta visión benéfica y sedante, po-<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

dríamos decir, como Han Ryner, haciendo hablar a Anaxágoras,<br />

e invocando al Sueño :<br />

«Procura, I oh, Sócrates!, divinizarte por completo,<br />

a fin de que en el mundo haya, por lo menos, un poco<br />

de pureza divina.<br />

«Trata de llegar a ser, todo tú, una conciencia, si<br />

quieres que brille en alguna parte un conocimiento claro.<br />

En la Naturaleza, caos de nnúmeros cosmos vagamente<br />

comenzados y perennemente oscilantes, puedes ser<br />

tú un cosmos firme, estable y sin caos alguno.<br />

«Después, si ello constituye un placer para ti, podrás<br />

pensar en que tu salud puede llegar a ser, algún día,<br />

contagiosa como una enfermedad.»<br />

O, si lo preferimos, repetiremos, como el propio Ryner,<br />

dando nueva vida y nueva palabra a Zenón de Citio,<br />

creando un neo estoicismo :<br />

«Oh, Cleanto; oh verdadero Dios, es decir, si<br />

tienes valor e inteligencia para comprenderlo, verdadero<br />

Sferos, dóblate sobre ti mismo y crea, por fin, un ser que<br />

no esté dividido consigo mismo, crea, en síntesis, una<br />

armonía, un cosmos mediante el cual podrás gozar de<br />

la serenidad y que causará la admiración de algunos individuos.<br />

Tan sólo de esta suerte puedes ayudar a cuantos<br />

escuchan tus palabras y contemplan tus acciones; les<br />

auxiliarás, apoyándoles para que logren, también, a trocarse<br />

en armonías. Si llegara un día en que cada ser humano<br />

se transformase en una depurada belleza interna,<br />

que tan sólo irradiase sabiduría y bondad, no sólo sería<br />

armónica la Humanidad entera en sí misma, sino que lo<br />

sería igualmente todo el Universo... ¡Oh, prodigiosa<br />

esperanza ! 1 Oh, poema y sueño divinos !<br />

De manera que, para nosotros, y repitiendo la frase<br />

del maestro, todos los revolucionarios «se llaman Sísifo».

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