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Estudios Revista Ecléctica. Número 113 - Christie Books

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microscópicas, pone en tela de juicio alguna» observaciones,<br />

ítem más; por la ley universal de adaptación al<br />

medio ambiente, un mismo microorganismo es susceptible,<br />

no sólo de variar de forma y coloración, sino de vitalidad<br />

y resistencia, según las modificaciones del medio<br />

en que viva; y así se ha visto repetidas veces, con lo<br />

cual claroi es que se tambalea aún más su pretendida<br />

especificidad, ya que no pueden distinguirse a veces las<br />

bacterias patógenas unas de otras.<br />

7.° Que, aunque es verdad que las inoculaciones experimentales<br />

de cultivos o sustancias microbianas reproducen<br />

más o menos exacfamente la enfermedad que se<br />

les achaca a aquéllos, hay que reconocer que se inoculan<br />

dosis y cantidades enormes que jamás penetran en el<br />

organismo en caso de contagio espontáneo, lo cual hace<br />

pensar que no es ese el mismo caso precisamente.<br />

8.° Que, en fin, en todas las invasiones de forma<br />

endémica o epidémica se veiifica, parece ser, una verdadera<br />

selección, que hace sucumbir a los individuos<br />

menos fuertes o peor defendidos, en tanto que respeta a<br />

los vigorosos y sanos.<br />

No hace falta insistir más para comprender cuan poco<br />

resta de ahí a reconocer, como nosotros reconocemos, la<br />

prioridad principalísima de los factores individuales sobre<br />

las causas externas, es decir, que el principal papel,<br />

y a veces el único, lo desempeñan las condiciones preexistentes<br />

en el organismo, y que el papel secundario y<br />

menos temible está a cargo de los microbios o bacterias<br />

que no son tan terribles como se supone. Esto, sintetizado,<br />

puede formularse así : «Las verdaderas causas<br />

primarias u ocasionales de enfermedad residen en el<br />

propio organismo, y son las tres antedichas: rebajamiento<br />

del coeficiente de vitalidad y resistencia específica,<br />

acumulación de detritus o venenos, sean de la procedencia<br />

que sean, y anormal composición de tejidos y<br />

humores, en tanto que las bacterias o microbios tienen<br />

una importancia secundaria, ya que sólo desarrollarse<br />

pueden en un terreno preparado y a propósito para su<br />

medro, pues que se alimentan de sustancias muertas y<br />

productos de desintegración casi siempre.» Insistiremos<br />

sobre esto en otra ocasión.<br />

Nosotros llamamos, pues, causas primordiales, que<br />

no predisponentes, a las tres condiciones fundamentales<br />

citadas; y mientras en el organismo no se den aquéllas,<br />

creemos que los microbios o bacterias no son tan «fieros<br />

como los pintan» y se pretende demostrar. Queda, por<br />

tanto, fundamentada la principal diferencia de criterio<br />

entre la escuela alópata y la naturista, y las direcciones<br />

divergentes en que, por consecuencia, su terapéutica ha<br />

de dirigirse, la una intentando aniquilar bacterias por<br />

uno u otro procedimiento; la otra, la nuestra, tratando<br />

de aguerrir y purificar el organismo, teatro de una lucha<br />

que muchas veces es una tentativa espontánea de depuración.<br />

QUINTA DIFERENCIA.—En las enfermedades agudas,<br />

la terapéutica alopática tiende a yugular o hacer abortar<br />

la dolencia; la naturista es más bien expectante. En las<br />

crónicas, la terapia usual es muchas veces solamente<br />

sintomática y paliativa, en tanto que la fisiatra es, digámoslo<br />

así, agudizante (en el sentido que explicaremos).<br />

Comentario.—Mientras que, efectivamente, la Medicina<br />

usual intenta, con la mejor buena fe dd mundo,<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

cortar o yugular todo proceso morboso en sus comien<br />

zos, haciendo abortar la dolencia antes de su complet<br />

desarrollo, nosotros que, repetimos una vez más, vemc<br />

en toda enfermedad la expresión de una crisis depur*<br />

dora con tendencia final curativa y una lucha en la qu<br />

el organismo alcanza casi siempre por sí mismo la vic<br />

toria, nos abstenemos de toda tentativa encaminada .<br />

impedir el espontáneo curso de la dolencia, persuadido<br />

de que si consiguiéramos hacerla abortar, haríamos u:<br />

positivo perjuicio al enfermo, ya que la desaparición d<<br />

tal o cual síntoma no supone generalmente más que un;<br />

puerta que se cierra para abrirse otra acaso peor, es de<br />

cir, que puede presentarse otra complicación sustitutiv;<br />

de las manifestaciones suprimidas, que tal vez tengí<br />

peores consecuencias. No deja de empezar a reconoceré<br />

así la misma Medicina oficial, declarando que no soi<br />

tan inofensivos como se cree los llamados tratamiento:<br />

abortivos de algunas enfermedades.<br />

Quede sentado, pues, que en las enfermedades agu<br />

das nuestro criterio nos obliga a un tratamiento expec<br />

tante, durante el cual intentamos mantener aquel organismo<br />

en lucha en las mejores condiciones de resistencia<br />

de vitalidad y de pureza humoral, para que sus funcione!<br />

eliminadoras y defensivas actúen con la potencia máxima<br />

y esta es la razón de nuestra dieta racional de nuestrí<br />

terapéutica.<br />

En el caso de un padecimiento crónico, la diferencié<br />

de criterio entre las dos terapéuticas se manifiesta igualmente.<br />

La alópata, con pocas esperanzas de curación,<br />

instituye un tratamiento paliativo o puramente sintomático<br />

muchas veces, con el que sólo intenta hacer más<br />

llevadera la vida del enfermo, atenuando los síntoma;<br />

más molestos o dolorosos. La fisiatra, en cambio, trata<br />

casi siempre de hacer aguda la dolencia, que de una<br />

manera mortecina y atenuada, pero constante, va minando<br />

aquel organismo; es decir, procura una exaltación<br />

de la protesta orgánica exteriorizada en lucha violenta<br />

contra la causa; intenta despertar las energías vitaleí<br />

algunas veces, no más que adormecidas, pero no agotadas,<br />

y he aquí por lo que a veces se consigue una como<br />

agudización de la enfermedad, que experimenta un recrudecimiento<br />

que recuerda su principio y que suelt<br />

terminar por la curación. Evidentemente, esto no quiere<br />

decir que nosotros hayamos descubierto el secreto de la<br />

inmortalidad y que nuestro método de tratamiento sea<br />

el curalotodo o la panacea universal, pues es natural que<br />

cuando un organismo se encuentra carente de energías,<br />

agotada su reserva vital, exhausto y lleno de impurezas<br />

imposibles de eliminar, es decir, cuando la Naturaleza<br />

se da por vencida y abandona el campo de batalla,<br />

nada se podrá hacer.<br />

SEXTA DIFERENCIA.—La terapia corriente se dirige al<br />

órgano o al aparato; es, como si dijéramos, parcialista;<br />

la fisiatra se ocupa del organismo como un todo indisoluble<br />

e indivisible, siendo por tanto general.<br />

Comentario.—En un caso de enfermedad A o B, del<br />

estómago, del hígado o del pulmón, un médico alópata<br />

o un naturista ven cosas bien diferentes en efecto. El<br />

primero se preocupa de dar un nombre a la entidad morbosa<br />

que padece el pobre enfermo, y luego de localizar,<br />

lo más exactamente posible, la lesión o lesiones que<br />

puedan existir en el estómago, hígado o pulmón, púa

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