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indeterminación de los animales errantes y en la inconsciencia del campo: «porque<br />
está claro que los árboles no producen dogmas y que los nabos son muy tolerantes».<br />
Alguien le echó entonces en cara la comodidad de juzgar la visión de la vida de los<br />
demás sin haber expuesto la propia. Así surgió Ortodoxia en 1908, curioso libro de<br />
un autor que se confiesa apasionado por la visión cristiana de la vida sin ser<br />
cristiano. Ortodoxia sostuvo en la fe o llevó hasta ella a muchos lectores, y rozó el<br />
límite de la paradoja, porque Chesterton no se convertiría al catolicismo y se<br />
bautizaría hasta pasados trece años. Ortodoxia constituye también una pacífica provocación<br />
intelectual:<br />
Si alguien me pregunta, desde el punto de vista exclusivamente<br />
intelectual, por qué creo en el cristianismo, sólo puedo contestarle que creo<br />
en él racionalmente, obligado por la evidencia.<br />
¿Qué evidencia? Chesterton reconoce en la opinión pública tres grandes<br />
convicciones anticristianas:<br />
lª. Que el ser humano es un mero animal evolucionado.<br />
2a. Que la religión primitiva nació del terror y de la ignorancia.<br />
3a. Que los sacerdotes han abrumado de amarguras y nieblas a las sociedades<br />
cristianas.<br />
Estos tres argumentos son, para él, lógicos y legítimos, pero añade que lo único<br />
que les puede objetar es un punto que tienen en común: que los tres son falsos.<br />
Respecto al primer argumento, Chesterton reconoce como evidente que el hombre<br />
se parece a los animales. En cambio, lo que resulta enigmático e inexplicable es el<br />
abismo que los separa, de suerte que «donde acaba la biología comienza la<br />
religión». En cuanto al segundo argumento, todas las grandes culturas conservan la<br />
tradición de un antiguo pecado seguido de un castigo, pero «los sabios parecen decir<br />
literalmente que esa calamidad prehistórica no puede ser verdadera, puesto que<br />
todos los pueblos la recuerdan». Del tercer argumento, dirá que no lo ha visto<br />
realizado en ningún sitio, pues «aquellos países de Europa donde es grande la<br />
influencia del sacerdocio son los únicos donde todavía se baila y se canta, y donde<br />
hay todavía trajes pintorescos y arte al aire libre».<br />
Se dice que el paganismo es la religión de la alegría y el cristianismo la<br />
religión del dolor, pero igual de fácil es probar la proposición inversa.<br />
Cuando el pagano contempla el verdadero corazón del mundo, se queda<br />
helado. Más allá de los dioses, que son simplemente despóticos, está el<br />
Hades, el reino mismo de la muerte. Y, cuando los racionalistas afirman que<br />
el mundo antiguo era más ilustrado que el mundo cristiano, no les falta<br />
razón desde su punto de vista, pues por ilustrado entienden: enfermo de<br />
desesperaciones incurables.<br />
La alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se convierte en<br />
el gigantesco secreto del cristiano. Y, al cerrar este volumen caótico, abro<br />
de nuevo el libro breve y asombroso de donde ha brotado todo el<br />
cristianismo, y la convicción me deslumbra. La tremenda imagen que alienta<br />
en las frases del Evangelio se alza -en esto y en todo- más allá de todos los<br />
sabios tenidos por mayores.<br />
Una variación del segundo argumento es hacer del cristianismo un fruto de épocas<br />
oscuras. Chesterton dirá que fue, por el contrario, «el único camino de luz en las<br />
edades oscuras, como un puente luminoso tendido sobre ellas entre dos épocas<br />
luminosas».<br />
Al que dice que la fe ha brotado del salvajismo y la ignorancia, hay que<br />
contestarle que no: que nació de la civilización mediterránea, en la plena<br />
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