11.05.2013 Views

DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

cayeron los prejuicios racionalistas en los que me había educado sin darme cuenta, y<br />

el mundo de la fe apareció súbitamente ante mí: Personas con las que trataba a<br />

diario y a las que admiraba vivían en él. Tenían que ser, por lo menos, dignas de ser<br />

consideradas en serio.<br />

Los prejuicios de Edith eran los prejuicios de todo racionalismo: la tendencia a<br />

pensar que sólo el conocimiento que significa un control exhaustivo de la realidad es<br />

digno de una persona culta. Esos prejuicios la encerraron durante años en un mundo<br />

estrecho, hasta que el trato con la escuela fenomenológica fue derribando las<br />

barreras. Un día, paseando con Pauline Reinach por la ciudad vieja de Francfort y<br />

recordando lo que de ella cuenta Goethe, Edith confiesa que le esperaba una<br />

experiencia mucho más impresionante:<br />

Entramos unos minutos en la catedral y, en medio de aquel silencio, entró una<br />

mujer con su bolsa del mercado y se arrodilló con profundo recogimiento para orar.<br />

Esto fue para mí algo totalmente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias<br />

protestantes que yo conocía se iba sólo para los oficios religiosos. Aquí, en cambio,<br />

cualquiera en medio de su trabajo s, acercaba a la iglesia vacía para un diálogo<br />

confidencial. Esto no lo he podido olvidar.<br />

La primera guerra mundial hace saltar la paz en mil pedazos. Papini dirá que, en<br />

esos años, Europa será un infierno iluminado por la condescendencia del sol. Edith<br />

se enfrentará a esa nueva situación con energía y un gran sentido de la solidaridad:<br />

Ahora mi vida no me pertenece, me dije a mí misma. Toda; mis energías están al<br />

servicio del gran acontecimiento. Cuan do termine la guerra, si es que vivo todavía,<br />

podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Supe que se preparaba un curso<br />

de enfermeras para estudiantes e inmediatamente me inscribí. A partir de ese momento<br />

fui a diario al Hospital de Todos los Santos. Asistí a clases sobre cirugía y<br />

epidemias de guerra y aprendí a hacer vendajes y a poner inyecciones. También<br />

hacía ese curso mi antigua compañera Toni Hamburger, y ambas competíamos por<br />

adquirir conocimientos. Como nuestro manual de enfermera no me satisfacía, en<br />

casa eché mano del atlas de anatomía de Erna y sus gruesos manuales de Medicina.<br />

Iba frecuentemente a la clínica de ginecología a verlas y para hacer prácticas de<br />

asistencia a partos. Se alegraban mucho de mi interés por su especialidad. Tuvimos<br />

que declarar si nos poníamos a disposición de la Cruz Roja. Por parte de mi madre<br />

encontré una fuerte resistencia. Como sus argumentos no surtían efecto me dijo con<br />

toda su energía: «No irás con mi consentimiento.» A lo cual yo repuse abiertamente:<br />

«En ese caso tendré que ir sin tu consentimiento.» Mis hermanas asintieron a mi<br />

dura respuesta. Mi madre no estaba acostumbrada a una resistencia semejante. Arno<br />

o Rosa le habían dirigido a menudo palabras mucho peores, pero en momentos de<br />

excitación en los que estaban fuera de sí, y que se olvidaban inmediatamente. En<br />

este caso la situación era peor.<br />

Adolf Reinach muere en el frente de batalla. Edith viaja a Friburgo para asistir al<br />

funeral y consolar a la viuda. La entereza de su amiga Ana, su confianza serena en<br />

que su marido estaba gozando de la paz y la luz de Dios reveló a Edith el poder de<br />

Cristo sobre la muerte. Hubiera sido comprensible la rebelión de Ana ante la<br />

desgracia que destruía su vida, y Edith hubiera considerado normal encontrarla<br />

abatida o crispada. Pero se encontró con algo totalmente inesperado: una paz que<br />

sólo podía tener un origen muy superior a todo lo humano:<br />

Allí encontré por primera vez la Cruz y el poder divino que comunica a los que la<br />

llevan. Fue mi primer vislumbre de la Iglesia, nacida de la Pasión redentora de Cristo,<br />

75

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!