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Por el contrario, la propia Iglesia prohibió severamente el maquillaje de sus textos<br />
canónicos, y esa actitud sólo se explica si la primera comunidad cristiana ha recibido<br />
esos cuatro textos como intocables. Por ello, la conclusión lógica sería otra: el<br />
absurdo de presentarse ante el mundo con unos textos que se prestan a la objeción<br />
inmediata de los adversarios sólo se explica si se admite que, en el comienzo de<br />
todo, existe un mensaje imposible de manipular.<br />
Otras muchas razones -algunas muy sorprendentes- avalan la veracidad de los<br />
textos evangélicos. En ellos, por ejemplo, no se dice una palabra sobre el aspecto<br />
físico de Jesús. Nada que pueda servir de pábulo a la devoción o a la curiosidad.<br />
Esta sobriedad es inexplicable si los Evangelios son inventados, pues no existe<br />
mitología o epopeya religiosa que no se haya preocupado constantemente de<br />
describir el físico de su héroe.<br />
Entre la multitud de ejemplos que aduce Messori, el evangelista Mateo hace algo<br />
absolutamente incomprensible al entregarnos la genealogía de Jesús: introduce, en<br />
la larga serie de nombres masculinos, cuatro nombres de mujer, además del de<br />
María. La mujer, criatura mirada con desconfianza en el mundo hebreo, incluso<br />
considerada impura, con su solo nombre creaba un clima sospechoso, sobre todo en<br />
una genealogía que trataba de revestirse con aires de solemnidad. Pero ese<br />
escándalo resulta intolerable si se examina de cerca a esas cuatro mujeres, pues en<br />
sus vidas encontramos incesto, prostitución, adulterio y asesinato. Textos inventados<br />
jamás hubieran comenzado así, con un reto tan descarado a lo más sagrado de una<br />
cultura a la que se pretende convencer y convertir.<br />
Todo esto -concluye Messori- nos lleva a pensar que los Apóstoles y Evangelistas<br />
no se apartaron un ápice de la verdad, porque en la Palestina de entonces vivían<br />
muchísimos que habían conocido a Jesús y hubieran desenmascarado cualquier<br />
falsificación. Sobre todo, la hostilidad de los opositores les obligaba a no apartarse<br />
de la verdad de los hechos. Cualquier judío que hubiera dicho «Bebed mi sangre»<br />
hubiera sido lapidado en el acto, pues entre los tabús más rigurosos del hebraísmo<br />
está la abstención de sangre. Es un indicio más de que no fue la primitiva comunidad<br />
cristiana la que creó la enseñanza evangélica, sino que fue, por el contrario, obligada<br />
a aceptar un mensaje desconcertante y blasfemo.<br />
Divinidad de Jesucristo<br />
Jesucristo es el único hombre a quien se ha asociado sin<br />
mediatizaciones el nombre de Dios. Pero muchos deben de estar ya<br />
habituados a este escándalo inaudito (...). En la Biblioteca Nacional de<br />
París, espejo fiel de la cultura occidental, su nombre es el segundo en el<br />
número de fichas. El primero, y también es significativo, es Dios. En estas<br />
páginas he tratado de examinar las razones de la testaruda e increíble<br />
afirmación de que aquel oscuro palestino es el Salvador de todos los<br />
hombres.<br />
Así escribe Messori al comienzo de su Hipótesis sobre Jesús. Después aborda la<br />
cuestión de las profecías mesiánicas. En el Antiguo Testamento, las profecías sobre<br />
Jesús son más de trescientas. Pascal reflexiona sobre este dato asombroso y<br />
concluye, que si un hombre hubiera compuesto un libro de profecías sobre la venida<br />
de Jesucristo, el cumplimiento de esas profecías tendría una fuerza divina. Sin em-<br />
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