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argo, lo que ha sucedido es mucho más: una sucesión de hombres, durante dos mil<br />
años, han profetizado el mismo acontecimiento. Es todo un pueblo quien lo anuncia.<br />
Buda, Confucio, Lao Tse, Mahoma y todos los iniciadores de las grandes<br />
religiones aparecen por generación espontánea, sin que una tradición religiosa<br />
anterior les haya anunciado. Jesús, en cambio, viene precedido por una expectativa<br />
de dos mil años, y su Iglesia prosigue su obra durante otros dos mil. Un desarrollo<br />
ininterrumpido a lo largo de cuarenta siglos es contrario a las leyes que rigen los<br />
fenómenos históricos:<br />
Al margen de la fe, es innegable que, en el plano objetivo de la historia, lo que<br />
profetizaron hace milenios los profetas de Israel se ha cumplido totalmente. Israel ha<br />
transferido su predominio religioso a un pueblo que nació de él y que afirma haber<br />
sido congregado por un Dios que ha bajado al terreno de la historia para situarse<br />
como pastor. Y este nuevo pueblo se ha extendido por toda la tierra de manera<br />
increíble.<br />
Adelantándose siglos al cumplimiento de sus profecías Isaías nos pinta el cuadro<br />
más realista y dramático de la Pasión de Cristo. Messori reproduce sus pasajes más<br />
célebres:<br />
No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, ni<br />
belleza que agrade. Despreciado, desecho de los hombres, varón de<br />
dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro,<br />
menospreciado, estimado en nada. Fue él quien tomó sobre sí nuestras<br />
enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por<br />
castigado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras iniquidades<br />
y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra salvación<br />
pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados.<br />
Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas,<br />
hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite (Is I,<br />
6).<br />
El cumplimiento de estas profecías es tan exacto que ha llevado a sospechar de<br />
los autores de los Evangelios. A sospechar que diseñaron un Mesías conforme al<br />
retrato profético. Así, Jesús sería un producto prefabricado, logrado después de<br />
montar pieza a pieza los vaticinios proféticos del Antiguo Testamento. Pero la<br />
expectación general en Israel caminaba en dirección opuesta a la que siguió Jesús.<br />
Los judíos esperaban un rey liberador del yugo político de Roma, y se encontraron<br />
con un ajusticiado al que Roma misma crucifica. Sin embargo, los profetas ya habían<br />
anunciado que el Mesías reinaría en los corazones de los hombres. Pasaron los<br />
grandes imperios -Egipto, Babilonia, Roma-, pero en los veinte siglos transcurridos<br />
desde la aparición de Jesús, su reino ha demostrado ser el único que no lleva camino<br />
de terminar de la misma forma:<br />
El austero documento de esta oscura secta de Oriente {...] pone en los<br />
labios de su héroe malogrado estas palabras: El cielo y la tierra pasarán,<br />
pero mis palabras no pasarán [...]. Y lo cierto es que la realidad histórica de<br />
este Jesús ha forzado a la historia hasta convertirse en su quicio (Hegel) y<br />
cambiar su derrotero de forma irreversible (Nietzsche).<br />
Divinizar a una persona era posible en el Imperio romano, pero totalmente<br />
imposible entre los judíos. Ellos adoraban a Yahvé, el Dios único, trascendente e<br />
inefable, cuyo nombre no debía siquiera pronunciarse. Asociar a Yahvé a un hombre<br />
era el sacrilegio máximo, la abominación suprema. Por eso, suponer que un Galileo<br />
haya podido equipararse a Dios y ser adorado como tal pocos años después de su<br />
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