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DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

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argo, lo que ha sucedido es mucho más: una sucesión de hombres, durante dos mil<br />

años, han profetizado el mismo acontecimiento. Es todo un pueblo quien lo anuncia.<br />

Buda, Confucio, Lao Tse, Mahoma y todos los iniciadores de las grandes<br />

religiones aparecen por generación espontánea, sin que una tradición religiosa<br />

anterior les haya anunciado. Jesús, en cambio, viene precedido por una expectativa<br />

de dos mil años, y su Iglesia prosigue su obra durante otros dos mil. Un desarrollo<br />

ininterrumpido a lo largo de cuarenta siglos es contrario a las leyes que rigen los<br />

fenómenos históricos:<br />

Al margen de la fe, es innegable que, en el plano objetivo de la historia, lo que<br />

profetizaron hace milenios los profetas de Israel se ha cumplido totalmente. Israel ha<br />

transferido su predominio religioso a un pueblo que nació de él y que afirma haber<br />

sido congregado por un Dios que ha bajado al terreno de la historia para situarse<br />

como pastor. Y este nuevo pueblo se ha extendido por toda la tierra de manera<br />

increíble.<br />

Adelantándose siglos al cumplimiento de sus profecías Isaías nos pinta el cuadro<br />

más realista y dramático de la Pasión de Cristo. Messori reproduce sus pasajes más<br />

célebres:<br />

No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, ni<br />

belleza que agrade. Despreciado, desecho de los hombres, varón de<br />

dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro,<br />

menospreciado, estimado en nada. Fue él quien tomó sobre sí nuestras<br />

enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por<br />

castigado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras iniquidades<br />

y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra salvación<br />

pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados.<br />

Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas,<br />

hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite (Is I,<br />

6).<br />

El cumplimiento de estas profecías es tan exacto que ha llevado a sospechar de<br />

los autores de los Evangelios. A sospechar que diseñaron un Mesías conforme al<br />

retrato profético. Así, Jesús sería un producto prefabricado, logrado después de<br />

montar pieza a pieza los vaticinios proféticos del Antiguo Testamento. Pero la<br />

expectación general en Israel caminaba en dirección opuesta a la que siguió Jesús.<br />

Los judíos esperaban un rey liberador del yugo político de Roma, y se encontraron<br />

con un ajusticiado al que Roma misma crucifica. Sin embargo, los profetas ya habían<br />

anunciado que el Mesías reinaría en los corazones de los hombres. Pasaron los<br />

grandes imperios -Egipto, Babilonia, Roma-, pero en los veinte siglos transcurridos<br />

desde la aparición de Jesús, su reino ha demostrado ser el único que no lleva camino<br />

de terminar de la misma forma:<br />

El austero documento de esta oscura secta de Oriente {...] pone en los<br />

labios de su héroe malogrado estas palabras: El cielo y la tierra pasarán,<br />

pero mis palabras no pasarán [...]. Y lo cierto es que la realidad histórica de<br />

este Jesús ha forzado a la historia hasta convertirse en su quicio (Hegel) y<br />

cambiar su derrotero de forma irreversible (Nietzsche).<br />

Divinizar a una persona era posible en el Imperio romano, pero totalmente<br />

imposible entre los judíos. Ellos adoraban a Yahvé, el Dios único, trascendente e<br />

inefable, cuyo nombre no debía siquiera pronunciarse. Asociar a Yahvé a un hombre<br />

era el sacrilegio máximo, la abominación suprema. Por eso, suponer que un Galileo<br />

haya podido equipararse a Dios y ser adorado como tal pocos años después de su<br />

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