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Chesterton murió el 14 de junio de 1936. De su entierro escribió uno de sus<br />
amigos:<br />
Sigo al féretro con los restos mortales de mi capitán. Atravieso con él<br />
las tortuosas calles de la pequeña localidad. Estamos dando un rodeo,<br />
porque la policía se ha empeñado en que Gilbert tiene que realizar su último<br />
viaje pasando por las casas de aquellos que le conocieron y que más le<br />
quisieron. Y allí estaban todos, abarrotando las calles [...]. Como dice<br />
Edward MacDonald, era el señor del distrito y nunca lo supo.<br />
Chesterton concebía el cielo según la expresión terra viventium, de Tomás de<br />
Aquino: la tierra de los vivos. También solía decir que la muerte es una broma del<br />
Rey Bueno, escondida con muchísimo cuidado. Y en dos versos dejó escrito que<br />
«jamás se ha reído nadie en la vida / como yo me reiré en la muerte». Había<br />
envejecido sin aburrirse un solo minuto, y daba gracias por su «protagonismo en este<br />
milagro que supone estar vivo y haber recibido la vida del único que puede hacer<br />
milagros».<br />
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