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DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

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Miguel d'ORS<br />

¿Cómo podré llamar azar a quien condujo mis pasos hacia esta<br />

plenitud?<br />

Si hemos visto que poetas como Borges, Dámaso Alonso y Aleixandre se debaten<br />

en el agnosticismo, en Miguel d'Ors (1946) encontramos una positiva afirmación de<br />

Dios:<br />

el Dios de los profetas hirsutos y los vastos patriarcas, el de Inés y<br />

Cecilia, sexo débil más fuerte que todas las legiones, el Dios que sostenía la<br />

sonrisa de Tomás Moro bajo el hacha negra, el Dios de Louis Pasteur, el de<br />

Gaudí, de Chesterton, de los analfabetos como yo...<br />

No conozco poeta español del siglo XXI que reúna en sus versos, como Miguel<br />

d'Ors, sencillez y dominio técnico, ironía inteligente y cordialidad, sentimiento<br />

profundo y buen humor. Todo eso hay que tener, y una envidiable valentía, para<br />

escribir poemas como los que he seleccionado de su antología Punto y aparte.<br />

La segunda mitad del siglo XX era más pertinaz que una sequía de los<br />

años cuarenta. Tenían -¿como no?- las Cinco Vías de Tomás, el inmenso<br />

aventurero, tenían los ocasos de Granada, el acorde de octubre en los<br />

hayedos de Zurich, tenían a Audrey Hepburn (y a Raquel Welch), tenían el<br />

Cervino, Florencia, la Sexta Sinfonía de Beethoven, el cielo azul -que es<br />

cielo y es azul-, el silencioso grito de un minuto cualquiera de la Madre<br />

Teresa de Calcuta... Tropezaban con Dios en cada cosa: un niño: Dios; una<br />

gaviota: Dios; una mujer que dice «yo también»: Dios; un buen verso: Dios.<br />

Pero eran ciegos, sordos, inexplicables y negaron a Dios como quien niega<br />

el mar o las manzanas.<br />

Para el que no quiere ver -decía Pascal-, toda la luz del sol es poca. Para Miguel<br />

d'Ors, la negación de Dios en ciertos ámbitos de la cultura occidental del siglo XX es<br />

también ceguera voluntaria. Cuenta Messori que, en la Biblioteca Nacional de París,<br />

espejo fiel de la cultura occidental, el nombre más citado es Dios. Sin embargo, una<br />

de las grandes paradojas que el siglo XXI hereda del XX es la ignorancia sobre Dios.<br />

Muchas personas desconocen casi todo sobre Él, y padecen un curioso desequilibrio:<br />

tienen un ojo enorme para ver el mundo, y otro ojo minúsculo y miope para<br />

interpretarlo a la luz del Creador. La tentación más normal es cerrar uno de los dos<br />

ojos: el pequeño. Frente a esa situación de hecho, la gran tradición cultural de<br />

Occidente viene a decir justamente lo contrario: que los hombres que no conocen a<br />

Dios viven en un mundo irreal. ¿Por qué irreal? porque como dice d'Ors, los que<br />

niegan a Dios tropiezan con Él a cada paso.<br />

Kant decía que Dios es el ser más difícil de conocer, pero también el más<br />

inevitable. De hecho, aunque está claro que Dios no entra por los ojos, tenemos de<br />

Él la misma evidencia racional que nos permite ver detrás de una vasija al alfarero,<br />

detrás de un edificio al constructor, detrás de un cuadro al pintor, detrás de una<br />

página escrita a su autor. Miguel d'Ors tiene y nos ofrece la evidencia de las puestas<br />

de sol de Granada, de los hayedos de Zurich en otoño, de Florencia y el Cervino, del<br />

mar y las manzanas...<br />

Si a Dios se le vislumbra como Creador de la naturaleza, también lo descubrimos<br />

detrás de las experiencias emocionales más fuertes: el amor y la muerte. Ambas<br />

realidades aparecen fundidas en la esperanza que brilla en estos versos:<br />

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