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DIOS Y LOS NÁUFRAGOS ( José Ramón Ayllón)

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demostrado ningún interés por el cristianismo). Si él, el cínico de los cínicos,<br />

el más duro de los duros, no estaba a salvo, ¿adónde podría volverme yo?<br />

¿Es que no había escapatoria?<br />

Lewis se siente acorralado y nos describe su situación con una imagen muy<br />

británica:<br />

La zorra había sido expulsada del bosque hegeliano y corría campo a<br />

través «con todo el dolor del mundo», sucia y cansada, con los sabuesos<br />

pisándole los talones. Y casi todo el mundo pertenecía a la jauría: Platón,<br />

Dante, MacDonald, Herbert, Barfield, Tolkien, Dyson, la Alegría. Todo el<br />

mundo y todas las cosas se habían unido en mi contra.<br />

Siente entonces que su Dios filosófico empieza a agitarse y a levantarse, se quita<br />

el sudario, se pone en pie y se convierte en una presencia viva. La filosofía deja de<br />

ser un juego lógico desde que ese Dios renuncia a la discusión y se limita a decir:<br />

«Yo soy el Señor.»<br />

Debes imaginarme solo, en aquella habitación del Magdalen, noche<br />

tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se apartaba del trabajo, el<br />

acercamiento continuo, inexorable, de Aquel con quien, tan<br />

encarecidamente, no deseaba encontrarme. Al final, Aquel a quien temía<br />

profundamente cayó sobre mí. Hacia la festividad de la Trinidad de 1929<br />

cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé. Quizá fuera aquella noche<br />

el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra.<br />

Hasta entonces yo había supuesto que el centro de la realidad sería<br />

algo así como un lugar. En vez de eso, me encontré con que era una<br />

Persona.<br />

Y el día que identifica a Jesucristo con esa Persona sabrá que ha dado su último<br />

paso, y lo recordará siempre:<br />

Me llevaban a Whipsnade una mañana soleada. Cuando salimos no<br />

creía que Jesucristo fuera el Hijo de Dios, y cuando llegamos al zoológico,<br />

sí. Pero no me había pasado todo el trayecto sumido en mis pensamientos,<br />

ni en una gran inquietud [...). Mi estado se parecía más al de un hombre<br />

que, después de dormir mucho, se queda en la cama inmóvil, dándose<br />

cuenta de que ya está despierto.<br />

El problema del dolor<br />

El ateísmo de Lewis había sido fruto de su pesimismo sobre el mundo:<br />

Algunos años antes de leer a Lucrecio ya sentía la fuerza de su argumento, que<br />

seguramente es el más fuerte de todos en favor del ateísmo: «Si Dios hubiera creado<br />

el mundo, no sería un mundo tan débil e imperfecto como el que vemos.»<br />

Años después de su conversión, en 1940, Lewis escribe por encargo El problema<br />

del dolor. Si Dios fuera bueno y todopoderoso, ¿no podría impedir el mal y hacer<br />

triunfar el bien y la felicidad entre los hombres? En esas páginas que se han hecho<br />

famosas, Lewis reconoce que es muy difícil imaginar un mundo en el que Dios<br />

corrigiera los continuos abusos cometidos por el libre albedrío de sus criaturas. Un<br />

mundo donde el bate de béisbol se convirtiera en papel al emplearse como arma, o<br />

donde el aire se negara a obedecer cuando intentáramos emitir ondas sonoras<br />

portadoras de mentiras e insultos.<br />

En un mundo así, sería imposible cometer malas acciones, pero eso supondría<br />

anular la libertad humana. Más aún: si lleváramos el principio hasta sus últimas<br />

consecuencias, resultarían imposibles los malos pensamientos, pues la masa ce-<br />

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