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Edith STEIN<br />
Mi sed de verdad era toda una oración en si misma.<br />
Edith Stein (1891-1942), la menor de una familia de alemanes judíos, fue educada<br />
según un elevado código ético integrado por virtudes como la sinceridad, el trabajo,<br />
el sacrificio y la lealtad. En su magnífica autobiografía, que lleva por título Estrellas<br />
amarillas, nos cuenta que conocía la religión judía pero no creía en ella ni la practicaba,<br />
y que su búsqueda apasionada de la verdad le llevó a estudiar Filosofía en la<br />
Universidad de Góttingen, porque allí enseñaba Edmund Husserl, famoso por su obra<br />
Investigaciones lógicas. Husserl, que había abandonado las Matemáticas por la<br />
Filosofía, gozaba de un inmenso prestigio y desenmascaraba el cientificismo con<br />
palabras severas: «La ciencia no tiene nada que decir sobre la angustia de nuestra<br />
vida, pues excluye por principio las cuestiones más candentes para los hombres de<br />
nuestra desdichada época: las cuestiones del sentido o sinsentido de la existencia<br />
humana. »<br />
Edith participa activa y gozosamente en la vida universitaria. Esos años serán para<br />
ella una etapa de especial maduración:<br />
Todas las pequeñas bonificaciones que nos proporcionaba nuestro carné de<br />
estudiantes -rebajas para el teatro, para conciertos y otros espectáculos-, las veía yo<br />
como un cuidado amoroso del Estado para con sus hijos predilectos, y despertaban<br />
en mí el deseo de corresponder más tarde con agradecimiento a la sociedad y al<br />
Estado, mediante el ejercicio de mi profesión. Yo me indignaba por la indiferencia<br />
con que la mayoría de mis compañeros reaccionaban ante las cuestiones sociales.<br />
Algunos no hacían otra cosa en los primeros semestres que ir tras los placeres. A<br />
otros, sólo les preocupaba lo que necesitaban para pasar el examen y más tarde<br />
asegurarse el pesebre.<br />
Entre los compañeros de Edith, se decía en broma que, mientras otras chicas<br />
soñaban con besos, ella soñaba con Husserl. Lo cierto es que, a través de las<br />
Investigaciones lógicas, se embarcó en la búsqueda incondicional de la verdad hasta<br />
llegar a ser ayudante de cátedra del maestro. Alrededor de Husserl se había formado<br />
un grupo de jóvenes bien dotados y tenaces en el estudio: Adolf Reinach, Max Scheler,<br />
Roman Ingarden, Hans Lipps, Dietrich von Hildebrand y algunos otros. Todos<br />
brindaron a Edith su amistad y dieron a esos años un sabor inolvidable:<br />
¡Querida ciudad de Gottingen! Creo que sólo quien haya estudiado allí entre 1905<br />
y 1914, en el corto tiempo de esplendor de la escuela fenomenológica, puede<br />
comprender lo que nos hace vibrar este nombre.<br />
Edith se integró en el grupo gracias a la generosidad de Adolf Reinach, joven<br />
profesor de mente aguda y gran corazón. Reinach, ateo, se enfrentó al horror de la<br />
guerra en 1914, y la búsqueda de sentido le llevó a la fe cristiana.<br />
Edith también se sintió fascinada por Max Scheler, converso igual que Reinach:<br />
Tanto para mí como para otros muchos, la influencia de Scheler rebasó los límites<br />
del campo estricto de la Filosofía. No sé en que año llegó a la Iglesia Católica, pero<br />
ya por entonces se encontraba imbuido de ideas católicas y las propagaba con toda<br />
la brillantez y la fuerza de su palabra. Éste fue mi primer contacto con un mundo<br />
completamente desconocido para mí. No me condujo todavía a la fe, pero me abrió a<br />
una esfera de fenómenos ante los que yo no podía estar ciega. No en vano nos<br />
habían inculcado que debíamos ver todas las cosas sin prejuicios ni anteojeras. Así<br />
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