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coa, hoy fusionada en Kutxa. Guillermo alternó la función de director
de la Banca Brunet con la de gerente de la fábrica lasartearra. Me
contaron sus descendientes que don Guillermo instaló una línea telefónica
directa entre el banco y la fábrica, posiblemente uno de los
primeros teléfonos que funcionaron en Gipuzkoa. El aparato, instalado
siempre en la biblioteca, era uno de esos antiguos modelos de
micrófono fijo y auricular con hilo. Tan extraño resultaba el artefacto,
que cierto día un obrero difundió por toda la fábrica la noticia de que
el patrón había enloquecido, pues lo había visto en la biblioteca «hablando
solo».
En aquellos mismos años de comienzos del siglo XX a Guillermo
Brunet Bingley se le ocurrió repoblar el monte Buruntza con pino austriaco
negro de gran belleza. Aquello, que fue tomado como una
excentricidad por sus vecinos, con el tiempo se reveló como una formidable
inversión, ya que al estallar la I Guerra mundial la fábrica
obtuvo pingües beneficios de la venta de sus reservas de madera. A la
vista de esto, muchos le imitaron pero en lugar de plantar variedades
de pino negro, eligieron el insignis. El penoso resultado lo podemos
contemplar a diario.
Es interesante la noticia que nos aporta José Mari Bardají en su
obra repecto a la instalación de una barquilla colgada de un cable
para pasar el río, a una altura de unos ocho metros. La txirilla tenía
una capacidad para una o dos personas y su tracción se efectuaba mediante
tiro manual. Su principal objeto era que el guardamonte de
la empresa, Luis Vicuña, pudiera controlar el arbolado del otro lado
del río 54.
Casó Guillermo Brunet Bingley con Luisa Serrano, nacida en 1872
y tuvieron como hijos a José Manuel (nacido en 1892), Dorotea (1893),
María Luisa (1894), Catalina (1895), Concha (1900), Ramón (1902) y
Soledad (1905).
A la muerte de don Guillermo en 1923, le sucedió su primogénito,
José Manuel Brunet Serrano, ingeniero de formación. Fue el último director
de la fábrica de Lasarte. Casó con María Teresa Guardamino y
tuvieron cuatro hijos. En la posguerra (hacia 1941-42), José Manuel encargó
al arquitecto madrileño Cánovas del Castillo la construcción de
una iglesia frente a la fábrica. Por decisión del consejo de dirección se
le dio la advocación de la Virgen del Carmen, y a su solemne inauguración
acudió el obispo de Vitoria, del que a la sazón dependía
Gipuzkoa. Había misa diaria en la iglesia a cargo de un capellán resi-
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