Medalaganario - Banco de Reservas
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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />
–¿conchita, por qué no está aquí? Preguntó varias veces don<br />
alfredo.<br />
las primeras excusas en tono inseguro, fueron: está corrigiendo<br />
unos exámenes. le duele la cabeza. no se siente bien. luego no<br />
hubo más que confesar que estaba atormentada por la situación y<br />
no se atrevía a <strong>de</strong>jarse ver.<br />
la hija mayor <strong>de</strong>l matrimonio, quien compartía la misma habitación<br />
con la atribulada conchita, puso al tanto a sus padres <strong>de</strong>l<br />
estado nervioso <strong>de</strong> la hija adoptiva, que últimamente evitaba a su<br />
enamorado para no causar inquietud en la casa.<br />
cuando don alfredo hizo saber que no se opondría a un noviazgo<br />
formalmente establecido, bienvenido recurrió a su amigo y<br />
protector jacinto <strong>de</strong> castro para que lo acompañara a solicitar la<br />
mano <strong>de</strong> conchita.<br />
con las nerviosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lugar se efectuó el solemne acto,<br />
sábado a las ocho <strong>de</strong> la noche. fue la única vez que él llegó a la<br />
hora formal <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> novio y una <strong>de</strong> las pocas que entró a<br />
aquella amplia mansión <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> las Merce<strong>de</strong>s, en la cual todos<br />
parecían haber hecho un juramento <strong>de</strong> apacibilidad por cuyo efecto<br />
minimizaban o <strong>de</strong>sconocían problemas e inquietu<strong>de</strong>s como si fuera<br />
la regla inviolable <strong>de</strong> una hermandad misteriosa.<br />
Don alfredo era Pater familias al viejo estilo. cuando llegaba<br />
<strong>de</strong> su botica y pisaba con sus menudos botines negros los dos escalones<br />
que daban acceso al vestíbulo, se iniciaba un ceremonial <strong>de</strong><br />
afecto y atenciones. Doña Dilia era una matrona como aquellas <strong>de</strong><br />
las épocas más puras <strong>de</strong> Roma. lo manejaba todo con una meticulosidad<br />
tan medular que no molestaba a nadie. Sin aspavientos, los<br />
manteles y servilletas siempre estaban inmaculadamente limpios<br />
y planchados con almidón, los pesados cubiertos <strong>de</strong> alpaca y los<br />
portacuchillos con bases en forma <strong>de</strong> equis con pequeñas bolas en<br />
las puntas, bien bruñidos. la abundante comida siempre a tiempo.<br />
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