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Medalaganario - Banco de Reservas

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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />

ejecutante. Su bello sonido en aquellos motetes y marchas estaba<br />

hoy untado <strong>de</strong> un mal presentimiento.<br />

cuando bienvenido surgió frente a él, pareció que hubiera estado<br />

aguardándolo. Había dado instrucciones <strong>de</strong> que lo mantuviera<br />

informado <strong>de</strong> cualquier cambio en el estado <strong>de</strong> Vitalia. estaba peor.<br />

Él no podía hacer nada mejor que seguir tocando para cobrar el<br />

trabajo. Vitalia en su lugar hubiera hecho lo mismo, sólo que, por<br />

estoicismo y orgullo no habría <strong>de</strong>jado ver sus sentimientos. laíto<br />

siguió tocando con los gran<strong>de</strong>s ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas.<br />

esa noche al llegar encontró un buen grupo <strong>de</strong> vecinos en la<br />

casa. la agonía <strong>de</strong> Vitalia coincidía con el ambiente <strong>de</strong> la semana,<br />

y muchos se asociaron más profundamente al dolor familiar por<br />

circunstancia ambiental.<br />

amaneció Miércoles Santo en igual situación. el médico no<br />

podía hacer nada más. eso <strong>de</strong>cía a la expectación dubitativa <strong>de</strong><br />

la familia, que vagamente alentaba la esperanza <strong>de</strong> un milagro en<br />

la magia <strong>de</strong>l día. Ya el retozo y la habitual inquietud <strong>de</strong> los niños<br />

había sido enterrada en polvo místico.<br />

Des<strong>de</strong> el lunes Santo, los mayores aquietaban las euforias<br />

infantiles con miradas <strong>de</strong> inmensa <strong>de</strong>saprobación. al recibirlas,<br />

éstos se encogían como súbitos enanos y permanecían abobados y<br />

confundidos. Por la tar<strong>de</strong> laíto salió a cumplir con las obligaciones<br />

<strong>de</strong>l día. a ganar el peso y a rendirle homenaje al nazareno en el<br />

tembloroso coro alto <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong>l carmen. bienvenido sentía<br />

que el silencio se le clavaba. Quería po<strong>de</strong>r lanzar un grito que lo<br />

partiera en pedazos. correr lejos, don<strong>de</strong> otro paisaje le diera otra<br />

situación. Pero estaba en la casa mirando vagamente un <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong><br />

hormiguitas que cargaban una partícula blanca y cuadrada por una<br />

ruta inexplicablemente zigzagueante con apresurada <strong>de</strong>terminación.<br />

entonces recordó sus tiempos <strong>de</strong> iglesia, <strong>de</strong> clérigo. Sus peligrosos<br />

paseos por el resbaloso techo abovedado <strong>de</strong> la iglesia las Merce<strong>de</strong>s,<br />

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