Medalaganario - Banco de Reservas
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SeiS<br />
Qué comodidad la <strong>de</strong>l retorno. las calles pobres, qué amables.<br />
los familiares, remolinos <strong>de</strong> hojas y basura como el <strong>de</strong> la esquina<br />
noroeste <strong>de</strong> la Plaza colón, cuánta alegría le movían en su girar<br />
alocado.<br />
todo estaba igual. Pero oprimía el pecho el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong><br />
que Santo Domingo era una pobre al<strong>de</strong>a. los vestigios coloniales<br />
estaban <strong>de</strong>primentemente llenos <strong>de</strong> basura y miseria. el gran palacio<br />
colonial era el alcázar <strong>de</strong> colón, una ruina asquerosa con<br />
el suelo hediondo a orina y excremento. las iglesias, qué pobres y<br />
pequeñas. la gente, qué floja y <strong>de</strong>snutrida. –¡Dios mío, qué pobres<br />
somos, qué inválidos!<br />
el encuentro con su familia tuvo la tónica triste <strong>de</strong> rigor entre<br />
ellos. ojos llorosos, recuerdos, nostalgia <strong>de</strong> tiempos idos. las hermanas<br />
tenían hecha su vida. casadas las mayores, se <strong>de</strong>dicaban<br />
a<strong>de</strong>más a la enseñanza. Su único hermano, eduardo, era un personaje<br />
problemático, y le ofreció el apoyo que pudo. comprendió<br />
que para sobrevivir <strong>de</strong>bía volver a trabajar como tipógrafo. empezó<br />
a trabajar en el taller <strong>de</strong>l Listín Diario, frente a la Plaza colón. Sus<br />
i<strong>de</strong>as fueron recibidas con entusiasmo y, como <strong>de</strong> costumbre, fue<br />
un empleado sui géneris, con horario propio, sistemas propios, y un<br />
vocabulario explosivo y sonoro. i<strong>de</strong>ó un suplemento <strong>de</strong>l periódico<br />
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