Medalaganario - Banco de Reservas
Medalaganario - Banco de Reservas
Medalaganario - Banco de Reservas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />
en trance <strong>de</strong> <strong>de</strong>rramar la sopa que le habían servido. el vecino<br />
<strong>de</strong> la mesa lo miró con aire magisterial, exclamando: –¿Se está<br />
volviendo loco? Él lo miró provocativamente y le dijo un sonoro:<br />
¡Váyase al carajo! la Madama se acercaba en ánimo <strong>de</strong> intervenir,<br />
pero al mirar el ceño increíblemente fruncido y la fina boca<br />
apretada <strong>de</strong>l recién llegado, torció el curso. no pudo comer. la<br />
ira le mató el apetito. Recordó que en su casa cuando se enfadaba<br />
y no comía, sus hermanas insistían hasta que él, dándose mucha<br />
importancia las complacía o se marchaba olímpicamente sin<br />
probar bocado. aquí no había nada <strong>de</strong> eso. la Madama, al ver<br />
que había apartado su silla <strong>de</strong> la mesa y no estaba en actitud <strong>de</strong><br />
comer, retiró la sopa <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>os y el arroz con carne sin preguntas<br />
ni ceremonias.<br />
Pasó la tar<strong>de</strong> con hambre y rabia. a la noche comió abundantemente.<br />
los platos vacíos no los recogió la Madama sino una<br />
moza trigueña, <strong>de</strong> carnes duras, pelo negro con tirabuzones y rostro<br />
angelical. Por allí andaba rondando, con paso cimbreante y coqueto<br />
cuando llegó el cariñoso alfonso.<br />
–bienvenido, qué moza... preséntamela!<br />
Pero él no pudo hacerlo. era atrevido sólo por momentos, y<br />
este no era uno <strong>de</strong> esos. alfonso se presentó a sí mismo y presentó<br />
a su amigo. la muchacha, sobrina <strong>de</strong> la Madama, se llamaba Rosa.<br />
alfonso hizo galas <strong>de</strong> las artes piroperas <strong>de</strong> andalucía. bienvenido,<br />
callado, miraba a Rosa con ojos <strong>de</strong> hambre, paseando la vista por<br />
las pronunciadas ca<strong>de</strong>ras y la apretada cintura <strong>de</strong> la joven.<br />
–tiene la Rosa una grupa fenomenal– comentó luego el entusiasmado<br />
alfonso.<br />
las atenciones <strong>de</strong> Rosa para el dominicano se fueron incrementando<br />
hasta el punto <strong>de</strong> hacerse muy notorias a los comensales.<br />
ella no tenía que servir. la tía le había advertido que su temporal<br />
estancia allí no era para que le trajese problemas con los huéspe<strong>de</strong>s.<br />
58