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Medalaganario - Banco de Reservas

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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />

–¿cuándo resuelves lo nuestro? –fue la directa pregunta <strong>de</strong> la<br />

ansiosa joven.<br />

–todavía no he resuelto lo mío –repuso bienvenido con voz<br />

pedregosa–. Hubo un silencio muy largo hasta que se cerraron los<br />

teléfonos.<br />

cloe lloró amargamente aquella respuesta parca, brutal, <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rada.<br />

el fin <strong>de</strong> aquella relación había llegado con la misma<br />

energía con que había empezado.<br />

luego <strong>de</strong> aquel diálogo <strong>de</strong> diez palabras, cloe cayó en cama.<br />

Por tres días apenas probó unos sorbos <strong>de</strong> jugo <strong>de</strong> naranja y escasas<br />

cucharadas <strong>de</strong> caldo que recibía con náuseas. Salió <strong>de</strong> su crisis con<br />

la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> aceptar la propuesta matrimonial <strong>de</strong> un corpulento y<br />

amable pariente que parecía estar extrañamente ajeno a la relación<br />

<strong>de</strong> su pretendida con el impactante gimbernard.<br />

la invitación a la boda <strong>de</strong> cloe apareció una mañana en la<br />

mesa <strong>de</strong> dibujo. no supo, por más que preguntó, rabió y amenazó,<br />

quien la puso allí. en su investigación, había recorrido agitadamente<br />

toda la imprenta encontrándose mal cuanto veía. De regreso a su<br />

habitación se trepó en la alta banqueta <strong>de</strong> su mesa, tomó con ambas<br />

manos la tarjeta, la levantó a la altura <strong>de</strong> sus ojos, contemplándola<br />

largo rato con la mirada perdida en recuerdos que le producían<br />

ocasionales contracciones musculares como si fuese un gato.<br />

luego rascó la cajilla <strong>de</strong> fósforos para incendiar la <strong>de</strong>licada<br />

invitación, sostenida frente a su rostro por una esquina. el fuego,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la esquina opuesta a sus <strong>de</strong>dos iba lamiendo la cartulina<br />

opal, <strong>de</strong>jando un rastro vertical <strong>de</strong> tostada fragilidad negra con fina<br />

orla <strong>de</strong> ceniza. cuando la llama tocó sus <strong>de</strong>dos él no los separó;<br />

extinguió la agónica línea anaranjada con una ligera flexión <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>dos hacia a<strong>de</strong>lante. el minúsculo triángulo restante cayó sobre<br />

la mesa. entonces arqueó las cejas, hizo una mueca enigmática y<br />

se levantó muy lentamente.<br />

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