Medalaganario - Banco de Reservas
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cUatRo<br />
Después <strong>de</strong>l inquieto suelo metálico <strong>de</strong>l vapor cubano, lo<br />
arropó una sensación tambaleante en el obscuro, pétreo y firme<br />
adoquinado <strong>de</strong> las calles <strong>de</strong> San juan <strong>de</strong> Puerto Rico.<br />
tenía consigo cinco dólares como único equipaje. Su otra ropa,<br />
la <strong>de</strong> trabajo, había quedado doblada en una gaveta mate, alejada <strong>de</strong><br />
los movimientos <strong>de</strong> su familia en San Miguel. lo que traía encima<br />
era lo único en relativo buen estado: saco, chaleco y pantalón <strong>de</strong><br />
gruesa tela, camisa blanca con cuello <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong>, corbata negra<br />
berrenda, zapatos remontados con gruesa suela clavada, sombrero<br />
gris <strong>de</strong> fieltro con la cinta mal cosida y veinte años.<br />
las estrechas calles <strong>de</strong>l Viejo San juan parecíanle anchas como<br />
los brazos abiertos <strong>de</strong> un gigante.<br />
asustantes como el gigante mismo. entró en una cafetería. Se<br />
sentó junto a una mesita redonda <strong>de</strong> tres patas.<br />
–Un café– pidió con voz insegura.<br />
–¿Pocillo?<br />
asintió sin enterarse <strong>de</strong>l significado <strong>de</strong> la pregunta. correteando<br />
entre los pies <strong>de</strong>l mozo llegó un perrito retozando y gruñendo.<br />
Recordó, en brevísimas imágenes el retozo perruno <strong>de</strong> los antiguos<br />
compañeros <strong>de</strong> San Miguel. Un vaho <strong>de</strong> nostalgia empezó<br />
a levantarse, pero pronto fue barrido por la fuerza <strong>de</strong> una mirada<br />
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