Medalaganario - Banco de Reservas
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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />
los brazos, los codos y los pies los lavaba también con jabón y<br />
la vigorosa acción <strong>de</strong> un cepillo que le <strong>de</strong>jaba la piel roja. el resto<br />
<strong>de</strong>l cuerpo era friccionado con una toallita empapada <strong>de</strong> alcoholado<br />
tibio al baño <strong>de</strong> María, como hacía su padre, laíto, siempre tan<br />
presente en su memoria. en su casa <strong>de</strong> San Miguel el brete <strong>de</strong> los<br />
baños era <strong>de</strong> su madre y las muchachas.<br />
Su ropa se lavaba cuando no había más remedio. la ropa con<br />
sucio suyo tenía parte <strong>de</strong> él y lavarla era <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rle vivencias.<br />
la batea <strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ra les borraba los recuerdos a sus prendas, les<br />
quitaba la intimidad <strong>de</strong>l contacto, las <strong>de</strong>spersonalizaba. Él transmitía<br />
su esencia a los objetos suyos, estableciendo una relación <strong>de</strong><br />
enorme intimidad que sentía intensamente. el sucio <strong>de</strong> su ropa tenía<br />
una historia que él no quería per<strong>de</strong>r en la indiferencia impersonal<br />
<strong>de</strong>l agua jabonosa.<br />
el mantenimiento <strong>de</strong> la relativa blancura <strong>de</strong>l traje <strong>de</strong> dril se obtenía<br />
con la barra <strong>de</strong> tiza que llevaba en el bolsillo, la cual <strong>de</strong>bía pasarse<br />
a cada momento por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> las mangas <strong>de</strong>l saco y el cuello.<br />
a la Habana llegó con la dirección <strong>de</strong> una pensión barata no<br />
muy lejos <strong>de</strong>l puerto. la ciudad era impresionante. Sus habitantes<br />
por igual. De la pensión tomó el tranvía para ir a visitar a un<br />
tío por línea materna que trabajaba como alto funcionario en el<br />
Diario <strong>de</strong> la Marina. el encuentro fue impactante. Se trataba <strong>de</strong> un<br />
altivo caballero sonrosado, <strong>de</strong> ojos claros, finos modales y atildada<br />
presencia, cuya primera actitud distanciante se tornó en alarma<br />
cuando él le dijo quien era.<br />
ajustándose las gafas nerviosamente lo llevó fuera <strong>de</strong> las oficinas.<br />
–así que hijo <strong>de</strong> mi hermana Vitalia ¿no?, pues no se lo diga a<br />
nadie. Ud. está muy mal. a<strong>de</strong>más, en cuba usted es consi<strong>de</strong>rado<br />
negro. Pase por esta dirección esta tar<strong>de</strong> para que conozca mi familia<br />
–le dijo entregándole una primorosa tarjeta–.<br />
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