Medalaganario - Banco de Reservas
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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />
la ropa, él, orgullosamente, con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas y una<br />
sonrisa temblorosa, dijo:<br />
–no tiene ropa... no tiene ropa...<br />
los cuarenta días que siguieron al alumbramiento fueron<br />
alucinantes. conchita se había tornado una mujer caprichosa e<br />
imperativa. en los cuarenta días, ella exigió tres cambios <strong>de</strong> casa<br />
y diez <strong>de</strong> servidumbre. bienvenido aceptaba todo. Sólo aurora<br />
la enfermera, una negra fuerte, tierna e inteligente, permanecía,<br />
batiéndose contra la marejada <strong>de</strong> incoherencias.<br />
fue la madre <strong>de</strong> leche.<br />
a los cuarenta días, todo aquel caos <strong>de</strong>sapareció. conchita<br />
amaneció pidiendo <strong>de</strong>sayuno. comió con buen apetito. acogió a<br />
su hijito sobre su pecho con infinita ternura.<br />
–nuestro hijo. bienvenido, nuestro hijo, gracias a Dios...<br />
Él había querido tener doce hijos, pero el médico le advirtió<br />
que conchita no sobreviviría otro embarazo.<br />
Había pues que conformarse con el hijo único, que en un veloz<br />
lustro se convirtió en un niñito ensimismado, imaginativo, que<br />
pasaba horas jugando solo en un rincón, con juguetes a los cuales<br />
siempre transformaba en otra cosa. los carritos los convertía en<br />
aviones. los barcos en submarinos. todo lo rompía o <strong>de</strong>sarmaba para<br />
darle nueva apariencia y función. bienvenido no protestaba por la<br />
<strong>de</strong>strucción sistemática <strong>de</strong> los juguetes, muy costosos en ocasiones,<br />
pero no permitía otros niños en la casa. Para evitar la intranquilidad<br />
<strong>de</strong> que él fuese a aparecer <strong>de</strong> repente, encontrando algún vecinito<br />
en la casa, conchita mantenía alejados a los niños <strong>de</strong>l barrio. Un<br />
buen día, él <strong>de</strong>cidió proveer la compañía que estimaba a<strong>de</strong>cuada<br />
para jacinto carlos y dispuso que un pequeño aprendiz <strong>de</strong> su imprenta,<br />
tulio amiama, un muchacho taciturno y gago, en vez <strong>de</strong><br />
cumplir todo su horario <strong>de</strong> trabajo en la imprenta, pasara parte <strong>de</strong>l<br />
tiempo en la casa con su hijo.<br />
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