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Medalaganario - Banco de Reservas

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Jacinto Gimbernard | MeDalaganaRio<br />

–¡te jodiste; para el culo <strong>de</strong>l mundo!<br />

fue el mejor maestro <strong>de</strong> su hijo. tal vez su único maestro; y lo<br />

que éste alcanzó como violinista, a él y sus correcciones rabiosas<br />

y tiernas, se lo <strong>de</strong>bió. en el país no había tradición <strong>de</strong> cómo se<br />

hace un buen instrumentista y las cuatro horas diarias que jacinto<br />

practicaba y estudiaba el violín, distribuidas entre la mañana, la<br />

tar<strong>de</strong> y la prima noche, parecían ocho horas y los mitómanos y<br />

habladores inventaron que bienvenido, vara en mano, obligaba a<br />

su hijo a esfuerzos <strong>de</strong>scomunales. nada más incierto.<br />

jacinto adquirió conciencia <strong>de</strong> su obligación con el violín;<br />

a<strong>de</strong>más le gustaba, y quería ser un profesional <strong>de</strong> categoría. Si se<br />

entretenía realizando alguna labor o se sumergía en largas ensoñaciones<br />

en un recoleto rincón empolvado <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las tres casas <strong>de</strong><br />

la imprenta, bienvenido voceaba: –¡Hora <strong>de</strong>l violín!<br />

o simplemente: –¡Violín!<br />

eso era todo.<br />

el profesor Kleinberg, un viejo violinista <strong>de</strong> breslau, con los<br />

nervios rotos por la crueldad nazi, había empezado a dar clases a<br />

jacinto, cuando éste contaba siete años, con un vocabulario <strong>de</strong> dos<br />

palabras para la enseñanza <strong>de</strong>l instrumento: Kaputt –para cuando<br />

estaba mal lo que fuese– y Sehr gut –para cuando estaba bien–. lo<br />

<strong>de</strong>más era mímica.<br />

fuera <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> estas lecciones en la casa, jacinto acompañaba<br />

a su padre y realizaba labores simples en la imprenta.<br />

la autoridad <strong>de</strong> bienvenido tenía tal potencia que nunca tuvo<br />

que pegarle a su hijo. Usualmente muy tierno con él, bastaba una<br />

expresión severa en su rostro para que jacinto pali<strong>de</strong>ciera y se situara<br />

en las vecinda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l terror. bienvenido recordaba que sólo<br />

una vez le pegó a su hijo. cuando tenía cuatro años, el niño se<br />

obsesionó con un aria <strong>de</strong> la Tosca <strong>de</strong> Puccini, ópera que conmovía<br />

a bienvenido hasta las lágrimas. jacinto, a quien conchita tenía<br />

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