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Hacia-Rutas-Salvajes-Into-The-Wild-Jon-Krakauer

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Dawson Creek. En el centro de Dawson Creek tomó una fotografía de la señal<br />

que indicaba el principio de la autovía de Alaska. La señal rezaba: «Km. 0.<br />

Fairbanks 2.451 Km.»<br />

Viajar haciendo autostop por la autovía de Alaska suele ser difícil. En las<br />

afueras de Dawson Creek no es raro ver a más de una docena de hombres y<br />

mujeres esperando en el arcén con expresión lastimera y el pulgar extendido.<br />

Algunos se ven obligados a esperar una semana o más antes de que algún<br />

vehículo se detenga. Sin embargo, McCandless tuvo más suerte. El 21 de abril,<br />

seis días después de haber salido de Carthage, se hallaba ya en Liard River, a<br />

las puertas del territorio del Yukon.<br />

En Liard River hay un área pública de acampada de la que parte un paseo<br />

entablado de un kilómetro de largo que atraviesa una laguna pantanosa y<br />

conduce a una serie de charcas termales naturales. Las fuentes termales de<br />

Liard River constituyen la parada más popular de la autovía de Alaska, y<br />

McCandless decidió detenerse allí para darse un baño en sus aguas cálidas y<br />

tonificantes. Sin embargo, una vez que se hubo bañado, y nuevamente<br />

dispuesto a hacer autostop para continuar hacia el norte, descubrió que su<br />

suerte había cambiado. Nadie lo recogía. Dos días después de su llegada, aún<br />

seguía en Liard River, consumido por la impaciencia.<br />

El jueves a las seis y media de la mañana, Gaylord Stuckey se encaminó por<br />

el paseo entablado en dirección a la mayor de las charcas. El suelo todavía<br />

estaba endurecido por la helada de la noche anterior y creía que no iba a<br />

encontrar a nadie y podría bañarse solo. Quedó muy sorprendido al descubrir<br />

que ya había alguien allí: un joven que se presentó como Alex.<br />

Stuckey, un hombre calvo, rubicundo y campechano de 63 años, viajaba de<br />

su estado natal, Indiana, a Alaska para entregar una caravana nueva a un<br />

concesionario de Fairbanks; se trataba de una de sus ocupaciones ocasionales<br />

desde que se retiró del sector de la restauración, en el que había trabajado<br />

durante 40 años. Cuando le dijo a McCandless que su destino era Fairbanks, el<br />

muchacho exclamó:<br />

—¡Yo también voy allí! Hace dos días que estoy plantado aquí intentando<br />

que alguien me recoja. ¿Le importaría llevarme?<br />

—¡Vaya, lo siento! Me sabe mal, hijo, pero no puedo. Trabajo para una<br />

empresa que tiene normas muy estrictas y no nos deja llevar a autostopistas.<br />

Podrían echarme.<br />

Sin embargo, a medida que conversaban envueltos en los vapores<br />

sulfurosos de la charca, Stuckey empezó a reconsiderar la idea. «Iba bien<br />

afeitado y llevaba el pelo corto. Por su manera de hablar, se notaba que era un<br />

chaval muy despierto. No era el típico autostopista. No suelo fiarme de los<br />

autostopistas. Algún problema tendrá un tipo que ni siquiera puede pagarse un<br />

billete de autobús ¿no? El caso es que, después de media hora de charla, le<br />

dije: "Mira, Alex, Liard River está a 1.600 kilómetros de Fairbanks. Te diré lo<br />

que haremos. Voy a llevarte unos 800 kilómetros, hasta Whitehorse. Allí<br />

seguramente encontrarás a alguien que te lleve el resto del camino."»<br />

Un día y medio más tarde, cuando llegaron a Whitehorse —la capital del<br />

territorio del Yukon y la población más grande y cosmopolita de la autovía de<br />

Alaska—, Stuckey se sentía tan a gusto en compañía de McCandless que<br />

volvió a cambiar de idea y aceptó llevarlo todo el trayecto.<br />

«Al principio fue bastante reservado y no hablaba mucho —explica<br />

Stuckey—. Pero es un viaje muy largo y no puedes correr. Nos pasamos un<br />

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