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Hacia-Rutas-Salvajes-Into-The-Wild-Jon-Krakauer

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atraer a demasiados hippies y vagabundos. Estaban llenas de gentuza. Si<br />

quiere saber mi opinión, me alegro. Buen viaje.»<br />

Después de despedirse de McCandless, el anciano permaneció más de ocho<br />

meses en la «bajada», aguardando con paciencia el regreso del muchacho. Se<br />

pasaba horas vigilando el camino por si veía aproximarse a un joven con una<br />

gran mochila. A finales de 1992, el 26 de diciembre, fue a la estafeta de correos<br />

de Salton City para comprobar si había llegado alguna carta a su nombre, y en<br />

el camino de vuelta recogió a dos autostopistas.<br />

«Me parece que uno era de Misisipí y el otro era indio —recuerda Franz—.<br />

Empecé a hablarles de Alex y la aventura a la que se había lanzado en<br />

Alaska.»<br />

De repente, el joven indio lo interrumpió:<br />

—¿El nombre de ese chico era Alex McCandless?<br />

—Sí, así es. ¿Lo conoces?<br />

—Siento tener que darle esta noticia, pero su amigo ha muerto. Murió<br />

congelado en la tundra. Acabo de leerlo en la revista Outdoor.<br />

Aquellas palabras dejaron anonadado a Franz, que interrogó al autostopista<br />

detenidamente. Los detalles parecían verosímiles, la historia cuadraba. Algo<br />

había fallado, con unas consecuencias terribles. McCandless jamás volvería.<br />

«Cuando Alex partió hacia Alaska, recé —recuerda Franz—. Le rogué a Dios<br />

que lo protegiera. Le dije que el chico era especial. Pero él lo dejó morir. Así<br />

que aquel 26 de diciembre, cuando descubrí lo que había ocurrido, abjuré de<br />

mi fe cristiana. Renuncié a la Iglesia y me convertí en ateo. Decidí que no podía<br />

seguir creyendo en un dios que había permitido que algo tan horrible le<br />

sucediera a un chico como Alex.<br />

»Después de dejar a los autostopistas —continúa—, di media vuelta, volví a<br />

Salton City y compré una botella de whisky. Fui al desierto y me la bebí. No<br />

estaba acostumbrado a beber, así que me sentó muy mal. Tenía la esperanza<br />

de que el alcohol me matara, pero no lo hizo. Sólo me sentó muy mal, mal de<br />

verdad.»<br />

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