Hacia-Rutas-Salvajes-Into-The-Wild-Jon-Krakauer
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11<br />
CHESAPEAKE BEACH<br />
Todo había cambiado de repente: el tono, el clima moral. No sabías qué<br />
pensar, a quién escuchar. Era como si durante toda tu vida te hubieran llevado<br />
de la mano como a un niño pequeño y, de pronto, te encontraras solo y tuvieras<br />
que aprender a andar. Ya no quedaba nadie, ni la familia ni las personas cuya<br />
opinión merecía tu respeto. En aquel tiempo sentías la necesidad de<br />
comprometerte con algo absoluto —la vida, la verdad o la belleza— que<br />
gobernara tu vida y reemplazara unas leyes del hombre que habían sido<br />
descartadas. Sentías la necesidad de entregarte a una meta última con todas<br />
tus fuerzas, sin reservas, como no habías hecho nunca en los apacibles viejos<br />
tiempos, en la antigua vida que ahora estaba abolida y había desaparecido<br />
para siempre.<br />
87<br />
BORIS PASTERNAK,<br />
Doctor Zivago<br />
[Pasaje subrayado en uno de los libros que se encontraron junto al cadáver<br />
de Chris McCandless.<br />
En el margen superior, McCandless había escrito de su puño y letra:<br />
«Necesidad de una meta.»]<br />
Samuel Walter McCandless Jr. tiene 56 años. Es un hombre barbudo y<br />
taciturno, con el pelo largo y entrecano peinado hacia atrás dejando al<br />
descubierto una amplia frente. Alto y bien proporcionado, lleva unas gafas de<br />
montura metálica que le confieren un aire serio y profesoral. Han transcurrido<br />
siete semanas desde que el cuerpo de Chris apareció sin vida en Alaska,<br />
envuelto en el saco de dormir azul que Billie le había comprado y cosido. Walt<br />
observa, a través de una de las ventanas de su casa frente al mar, un velero<br />
que se desliza impulsado por la brisa.<br />
«¿Cómo es posible que un chico tan compasivo pueda causar tanto dolor a<br />
sus padres?», se pregunta en voz alta mientras contempla con mirada ausente<br />
la bahía de Chesapeake.<br />
En el hogar de los McCandless en Chesapeake Beach, Maryland, reina la<br />
pulcritud y el orden. Los interiores están decorados con elegancia. Una gran<br />
camioneta Chevrolet Suburban y un Cadillac blanco están aparcados en la<br />
entrada; en el garaje hay un Corvette del 69 restaurado cuidadosamente. Un<br />
catamarán de nueve metros de eslora está amarrado en el embarcadero.<br />
Desde hace varias semanas, la mesa del comedor se halla ocupada por cuatro