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Hacia-Rutas-Salvajes-Into-The-Wild-Jon-Krakauer

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incapaces de razonar. Por contra, cuando hablaba con sus amigos varones —<br />

Eric Hathaway, Gordy Cucullu y Andy Horowitz, otra estrella del equipo de<br />

atletismo del instituto— casi nunca comentaba nada.<br />

«Sus padres parecían personas agradables —dice Hathaway—. Con<br />

franqueza, mi impresión es que no eran muy distintos de mis padres o de los<br />

padres de cualquiera. Lo que ocurría era que a Chris no le gustaba que le<br />

dijesen lo que tenía que hacer. Si le hubieran tocado en suerte otros, también<br />

habría sido infeliz. Su problema consistía en que no le gustaba la idea misma<br />

de tener padres.»<br />

La complejidad de la personalidad de McCandless era desconcertante. Por<br />

un lado, amaba la privacidad y la soledad; por otro, podía ser sociable y<br />

gregario hasta extremos insospechados. Pese a su aguda conciencia social, no<br />

era uno de esos individuos silenciosos y adustos que hacen siempre lo correcto<br />

y fruncen el entrecejo cuando alguien se divierte. Al contrario, le gustaba ir de<br />

copas de vez en cuando y era un comediante incorregible.<br />

Quizá la mayor paradoja se daba en relación con sus sentimientos<br />

contradictorios acerca del dinero. De jóvenes, Walt y Billie habían conocido la<br />

pobreza y, después de mucho luchar para abrirse camino en la vida, no veían<br />

nada de malo en disfrutar de lo que tanto les había costado conseguir.<br />

«Habíamos trabajado mucho, muchísimo —subraya Billie—. Cuando los niños<br />

todavía eran pequeños ahorrábamos todo lo que ganábamos como una<br />

inversión para el futuro.» El futuro llegó por fin, y aunque no hicieron<br />

ostentación de su discreta fortuna, sí que compraron cosas como ropa de<br />

marca, joyas para Billie o un Cadillac. Al final, adquirieron también la casa<br />

unifamiliar frente a la bahía de Chesapeake y el velero. Llevaron a los chicos a<br />

Europa, hicieron un crucero por el Caribe e iban a esquiar a la estación de<br />

Breckenridge. Billie reconoce que Chris «se sentía turbado con todos esos<br />

cambios».<br />

Su hijo, aquel adolescente de convicciones tolstoianas, creía que la riqueza<br />

era vergonzosa, corruptora y maligna por naturaleza; lo que no dejaba de ser<br />

irónico, porque al parecer Chris era un capitalista nato con un sexto sentido<br />

increíble para los negocios. «Chris siempre actuaba como un empresario —<br />

dice Billie entre risas—. Siempre.»<br />

Cuando tenía ocho años, cultivaba verduras en el jardín trasero de la casa<br />

de Annandale y luego las vendía por el vecindario de puerta en puerta. «En el<br />

barrio, era aquel niño tan pequeño y gracioso que va por ahí arrastrando un<br />

carrito lleno de judías, tomates y pimientos —cuenta Carine—. Nadie podía<br />

resistírsele. Chris lo sabía perfectamente. Te miraba con expresión de angelito,<br />

como diciendo: "Soy tan mono, ¿por qué no me compra unas judías?"<br />

Regresaba a casa con el carrito vacío y un fajo de billetes en la mano.»<br />

A los 12 años imprimió unos folletos publicitarios y montó un negocio de<br />

fotocopias, Las Fotocopias Rápidas de Chris, con servicio gratuito de recogida<br />

y entrega a domicilio. Utilizaba la fotocopiadora de la oficina de Walt y Billie y<br />

les pagaba unos centavos por copia. A los clientes les cobraba dos centavos<br />

menos que la tienda de la esquina y obtenía unos jugosos beneficios.<br />

En 1985, a finales del primer curso de bachillerato, Chris fue contratado por<br />

un constructor local para promocionar sus servicios en el vecindario y consiguió<br />

multitud de encargos para restaurar fachadas y remodelar cocinas. Su éxito<br />

como vendedor fue asombroso. En pocos meses tuvo a media docena de<br />

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