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capítulo
4
Diversidad ESTADO DEL Biológica
MEDIO AMBIENTE EN CHILE 2002
170
to de las especies conocidas fue descrito casi 60
años antes que las de los invertebrados (Simonetti
& Rivera, en prensa).
Entre los vertebrados, las aves es el grupo
mejor estudiado, mientras que los peces es el
menos conocido. De hecho, desde 1975, año en
que se conocían 612 especies de peces, se han
registrado y descrito otras 567 especies, el 48
por ciento de las especies actualmente conocidas
(Pequeño, 1998). Entre los invertebrados, los
equinodermos es el grupo mejor conocido, con
una tasa de descripción de nuevas especies que
es decreciente, mientras que para taxa de
plecópteros y efemerópteros, faltarían muchas
especies por describir (Simonetti & Rivera, en
prensa).
En efecto, la descripción de nuevas especies y
nuevos registros para la biota chilena es constante,
abarcando desde nuevas especies de arqueobacterias,
como Halorubrum tebenquichense
(Lizama et al., 2002), hongos como Podospora
selenospora (Stchigel et al., 2002), plantas superiores,
invertebrados y vertebrados. Entre las plantas
vasculares por ejemplo, solamente en el período
1997-1998, once nuevas especies de plantas
superiores fueron registradas por primera vez
en Chile, en la II Región (Matthei et al., 1997;
Marticorena et al., 1998). Los registros de nuevas
especies para esta región y para Chile en general,
son cotidianos, tanto respecto al registro de especies
nativas como de exóticas (e.g., Macaya et
al., 1999; Rojas, 1999; Marticorena, A., 2000;
Faúndez y Macaya, 2000; Marticorena et al., 2000;
Muñoz-Schick et al., 2001). De igual forma, la descripción
de especies nuevas para la ciencia es un
fenómeno común en la flora chilena, como las de
Alonsoa, Alstroemeria, Cristaria, Haplopapus,
Rytidosperma, Senecio y Zephyra descritas entre
muchas otras desde 1995 (Muñoz-Schick, 1995;
Klingenberg, 1997; Ehrhart, 1998, 2001; Grau, 1999;
Muñoz, 2000; Baeza, 2002). Estos hallazgos confirman
que la magnitud de la flora chilena está
aún por determinarse (e.g., Simonetti, 1999a).
Un panorama similar se observa en invertebrados,
donde se registran nuevas especies para
la fauna chilena así como se describen permanentemente
nuevos géneros y especies para
ciencia. Los nuevos registros incluyen al reciente
descubrimiento del briozoo Plumatella mukaii
y de los dípteros Bezzia, entre otros (Spineli y
Ronderos, 2001; Wood, 2001). Entre otros muchos
nuevos taxa, se describieron Jerguillicola,
Laophontisochra y Chilechiton como nuevos géneros
de digeneos, copépodos y hemípteros,
respectivamente (Bray, 2002; George, 2002;
Hodgson y Miller, 2002), así como un variado
número de nuevas especies de anfípofos,
nemátodos, acantocéfalos, bivalvos, coleópteros
y lepidópteros entre muchos taxa (e.g., Moore,
1998; M. Rodríguez, 1998; Ituarte, 1999; Chen y
Vincx, 2000; González y Watling, 2001; Muñoz y
George-Nascimiento, 2002).
Aun en el grupo mejor conocido de la fauna
chilena, los vertebrados, se continúan describiendo
nuevos y confirmando hallazgos de especies
previamente descritas en otros países y nuevas
especies para la ciencia. Tal es el caso de la confirmación
de la presencia en el país del Pimpollo
tobiano (Podiceps gallardoi), (St. Pierre y Davies,
1998) y la posible presencia de una especie de
Becasina migratoria (Limnodromus griseus; Vuilleumier,
1997). En mamíferos, además de nuevos
registros como el hallazgo del murciélago
de nariz larga (Platalina genovensium, Galaz et al.,
1999), en tiempos recientes se han descrito desde
nuevas especies, como un cetáceo (Mesoplodon
bahamondi; Reyes et al., 1996) y un roedor
Loxodontomys pikunche (Spotorno et al., 1998)
hasta un nuevo género de roedor, Pearsonomys
(Patterson, 1992). La tasa de descripción de nuevas
especies de anfibios es alta, describiéndose
tres especies de Telmatobius en los últimos años
(Formas et al., 1999; Cuevas y Formas, 2001;
Benavides et al., 2002). Al igual que con la flora,
estos ejemplos sugieren que la verdadera dimensión
y características de la biota chilena a nivel
de composición taxonómica están aún por determinarse,
incluyendo una visión más acabada
de su filogenia y bioeografía (e.g., Mitchell y
Wagstaff, 2000; Roig-Junent, 2000; Thayer, 2000;
Barros de Carvalho y Couri, 2002).