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Había carteles de "EN VENTA" por todas partes. El mercado de la madera<br />

estaba terrible, el mercado de acciones acababa de colapsar, y la economía se<br />

encontraba desactivada. En una calle, vi un cartel de venta que llevaba allí más tiempo<br />

que el resto. Lucía envejecido. Un día pasé haciendo jogging y tropecé con el dueño,<br />

quien se mostró preocupado.<br />

"¿Cuánto está pidiendo por su casa?" le pregunté.<br />

El propietario se dio vuelta y apenas sonrió. "Hágame una oferta", dijo. "Ha<br />

estado en venta por más de un año. Ni siquiera viene ya nadie a verla."<br />

"Quiero verla", le dije, y compré la casa media hora más tarde por 20.000<br />

dólares menos del precio que él solicitaba.<br />

Era una linda casa de dos dormitorios, con decorados de casita de cuentos<br />

alrededor de sus ventanas. Era celeste con detalles en gris, y había sido construida en<br />

1930. Dentro, había una hermosa chimenea de piedra, como también dos diminutos<br />

dormitorios. Era una casa perfecta para poner en alquiler.<br />

Le di al dueño u$s 5.000 de anticipo por una casa de u$s 45.000 que realmente<br />

valía u$s 65.000, excepto que no había nadie que quisiera comprarla. El dueño se<br />

mudó en una semana, feliz de estar libre, y mi primer inquilino que se fue a vivir allí,<br />

era un profesor universitario de la localidad. Luego de pagar la cuota de la hipoteca,<br />

expensas, y gastos administrativos, me quedaban en el bolsillo menos de 40 dólares al<br />

final de cada mes. Nada excitante.<br />

Un año más tarde, el inactivo mercado inmobiliario de Oregon había comenzado<br />

a mejorar. Los inversores de California, forrados con dinero proveniente de su mercado<br />

de bienes raíces aún en expansión, se estaban moviendo hacia el norte comenzando a<br />

comprar en Oregon y Washington.<br />

Vendí la casita en u$s 95.000 a una joven pareja de California que pensó que era<br />

una ganga. Mi ganancia de capital, de aproximadamente u$s 40.000, fue protegida por<br />

el diferimiento de impuestos por permuta 1.031, y salí a buscar alguna propiedad en la<br />

cual invertir mi dinero. Luego de un mes, encontré una casa de apartamentos de doce<br />

unidades, cercana a la planta de Intel en Beaverton, Oregorl. Los dueños vivían en<br />

Alemania, no tenían idea de lo que valía el lugar y, nuevamente, sólo querían<br />

desligarse de él. Les ofrecí u$s 275.000 por un edificio de u$s 450.000. Aceptaron por<br />

u$s 300.000. Lo compré, y lo conservé por dos años. Utilizando el mismo proceso<br />

1031 por permuta, vendimos la propiedad en u$s 495.000 y compramos un edificio de<br />

apartamentos en Phoenix, Arizona. Nos habíamos mudado a Phoenix en ese entonces

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