44 <strong>La</strong> madre <strong>de</strong>l soldado Juan Manuel Silva 1
testimonio / crónica No sabía hacia dón<strong>de</strong> podría <strong>de</strong>jarme ese bus que me sacaría <strong>de</strong>l barrio San Rafael Oriental, una zona muy poblada que queda en los extramuros <strong>de</strong> Bogotá, en la que era la vía principal <strong>de</strong> salida para Villavicencio. Tar<strong>de</strong> o temprano, cuando se trabaja con la comunidad, se llegan a conocer gran parte <strong>de</strong> los barrios populares <strong>de</strong> Bogotá, y, en cierta ocasión, fui a dar una conferencia en un lugar que no conocía, un lugar alejado, con casas <strong>de</strong> todo tipo, algunas campesinas y otras sin terminar, <strong>de</strong>startaladas o improvisadas. Este tipo <strong>de</strong> sitios abunda en las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Colombia, sólo que los barrios se encuentran separados y aislados para los extraños, como si existieran fronteras reales. Son <strong>de</strong> difícil acceso, porque esos territorios, por pequeños que sean, pue<strong>de</strong> que tengan sus dueños. Se va, entonces –tengo que <strong>de</strong>cirlo–, con temor, como si en verdad los tantos cuentos que se rumoran sobre esas calles <strong>de</strong>sconocidas fueran todos verda<strong>de</strong>ros. 1 Filósofo y magíster en Literatura, escritor. Director <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong> Humanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Fundación Universitaria <strong>de</strong>l Área Andina. Me fue muy bien esa mañana, no tuve problemas ni para entrar ni para salir <strong>de</strong>l colegio distrital, un reluciente edificio oficial que a lo lejos parece un condominio elegante. Es la única construcción <strong>de</strong> cinco pisos en muchas manzanas a la redonda. Luego <strong>de</strong> casi dos horas ya había terminado mi actividad con los estudiantes y los profesores <strong>de</strong>l colegio. Al salir, no tuve la precaución <strong>de</strong> preguntar cuál era la ruta que me servía, la que me pudiera <strong>de</strong>jar en un lugar más seguro. Se supone que <strong>de</strong> regreso todos los buses viajan hacia el centro <strong>de</strong> la ciudad, ya por la Carrera Séptima, ya por la Carrera Décima o mínimo te <strong>de</strong>jan abajo, en la Avenida Caracas. Me <strong>de</strong>moré lo que pu<strong>de</strong> junto al puente peatonal, viendo los transportes que aparecían y analizando los letreros pegados a los panorámicos o en la carrocería. Tenía que escoger una buena ruta para no per<strong>de</strong>rme; y pasó el tiempo en vano porque no conseguía el bus indicado, el que me <strong>de</strong>jara casi en la puerta. Esperé hasta que, ya por cansancio, tomé uno que bajaría probablemente por la Calle 17 hacia la Calle 26. En Bogotá muy poco se habla en los buses; pero a mí, por seguridad, por darme confianza –estoy convencido <strong>de</strong> que la clase media se siente algo presa, limitada y miedosa, en esta ciudad–, se me ocurrió, así el letrero me lo indicara, que tenía que preguntarle a mi vecina <strong>de</strong> puesto que si yo iba en la dirección correcta. Tenía que cerciorarme porque ya ni me acordaba. Era una señora <strong>de</strong> vestido limpio y pobre, <strong>de</strong> buen aspecto, con el rostro ya arrugado por los años. No sé qué tanto, porque <strong>de</strong> eso no hablaríamos nunca. Ella me indicó que yo estaba muy bien, que llegaríamos pronto a la Calle 13. Se- 45