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La relación entre humanos y mascotas Una terapéutica de resiliencia

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guimos, sin embargo, sentados en silencio. Otra señora se<br />

agarró <strong>de</strong> la varilla <strong>de</strong>l bus y me observó con <strong>de</strong>tenimiento.<br />

Mi chaqueta <strong>de</strong> pana café <strong>de</strong> profesor universitario no<br />

era frecuente en ese sector <strong>de</strong> la ciudad, quizá no se veía<br />

nunca; allí, los jóvenes o los hombres que quieren lucirse,<br />

todavía prefieren el cuero en la ropa. Creo que me sentí<br />

examinado por curiosidad, mas no vigilado. Mi vecina <strong>de</strong><br />

asiento a los dos o tres minutos también hizo lo mismo:<br />

con discreción me miró el rostro y luego la camisa, el tipo<br />

<strong>de</strong> pantalón y <strong>de</strong> zapatos que tenía puestos. Ese gesto indiscreto<br />

la ayudó a convencerse.<br />

Ella tenía dos hijos varones; uno estaba en el ejército y eso<br />

no la <strong>de</strong>jaba dormir. El otro, en cambio, todavía estudiaba<br />

en la escuela y permanecía en la casa. Por la televisión me<br />

he acostumbrado a ver el drama <strong>de</strong> las mujeres que esperan<br />

a sus hijos retenidos por la guerrilla. No era éste el<br />

caso <strong>de</strong> la señora, su preocupación inmediata era otra, me<br />

explicó impidiéndome que le preguntara cualquier cosa al<br />

respecto. Su hijo menor estaba en problemas. Él, que es<br />

todavía un niño, ya quiere mostrar en su casa que es un<br />

duro y que no llora ni aunque le peguen, porque es un<br />

hombre, porque es un tipo gran<strong>de</strong> que sabe <strong>de</strong> todo. Sin<br />

embargo, esa mañana se puso a bramar a moco tendido.<br />

Nada lo consolaba, me dijo. Se trataba <strong>de</strong> un perro que<br />

esa mañana se habían llevado los encargados <strong>de</strong> la perrera<br />

municipal y unos policías en moto que cuidan la camioneta<br />

con la que patrullan los barrios más pobres. Se necesita<br />

protección para esa ingrata tarea en las calles más populares,<br />

en don<strong>de</strong>, poco más o menos, cada familia tiene un<br />

hambriento animal que les cuida o les acompaña en las<br />

casas.<br />

Son muchos, <strong>de</strong>masiados y muchos están <strong>de</strong>fendidos por<br />

las armas hechizas o imaginadas <strong>de</strong> sus amos. En especial<br />

Luky, el perro <strong>de</strong> su hijo y al que todos querían. No muer<strong>de</strong><br />

a nadie; pero es bravo, le ladra a los extraños con <strong>de</strong>saforo,<br />

con rabia. Es un excelente animal para cuidar la casa, eso<br />

me dijo para no distraerme. Y el peor problema consistía<br />

en que el animal se perdiera; su hijo menor se quedó llorando<br />

y pataleaba <strong>de</strong> la furia y <strong>de</strong> la impotencia. No sólo se<br />

iba a frustrar, sino que le cogería bronca a la policía y ella<br />

eso no lo podría soportar. De allí a convertirse a un pandillero<br />

no existía sino un paso muy corto. A ellos los terminan<br />

matando los hombres <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> vidrios oscuros, si no<br />

los acaban primero las venganzas y las rivalida<strong>de</strong>s cercanas.<br />

Su hijo mayor, en cambio, había conseguido salvarse. Se<br />

había ido <strong>de</strong> soldado voluntario al ejército. Lo hizo porque<br />

era un poco loco. Ella no sabía si era peor que se quedara<br />

<strong>de</strong> profesional en el ejército a que lo robaran siempre en el<br />

barrio. Primero, lo atracaban cuando era un niño pequeño;<br />

luego, igual lo robaban o lo intimidaban y le hacían bromas<br />

pesadas cuando él trabajaba en el taller <strong>de</strong> mecánica <strong>de</strong> un<br />

barrio vecino. Su hijo, al terminar el bachillerato, ya traba-<br />

jaba en algo muy serio y se hubiera podido buscar con eso<br />

un camino menos peligroso que poner su cuerpo en medio<br />

<strong>de</strong> la guerra en la que vive gran parte <strong>de</strong> Colombia.<br />

Yo no sabía hasta ese momento lo que es ser la madre <strong>de</strong><br />

un soldado, me dijo <strong>de</strong> repente. No sólo consistía en recalcar<br />

los hechos naturales <strong>de</strong> la guerra o <strong>de</strong> un tema similar.<br />

Ella, que en ese momento no tenía nombre ni significaba<br />

nada para mí, quería hablarme <strong>de</strong>l hijo mayor. Su hijo preferido<br />

se había metido voluntariamente al ejército, cansado<br />

por la falta <strong>de</strong> trabajo y por los abusos <strong>de</strong> los muchachos<br />

<strong>de</strong>l barrio. Él, que era tan juicioso, no volvió a comunicarse<br />

con su familia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo <strong>entre</strong>naron y lo mandaron a<br />

un batallón en provincia. A los tres o cuatro meses <strong>de</strong> que<br />

saliera <strong>de</strong> la ciudad, ella empezó a preocuparse. Lo último<br />

que sabía era que se encontraba en la base <strong>de</strong> <strong>La</strong>randia,<br />

en el Caquetá. Pues <strong>de</strong>cidió irse a buscarlo. Tomó un bus<br />

intermunicipal hasta Florencia. <strong>La</strong> gente fue buena con ella<br />

y la llevaron fácil en un carrito hasta la base. Allí la hicieron<br />

esperar y esperar. Esa base es muy pero muy gran<strong>de</strong>, tanto<br />

que uno podía caminar <strong>entre</strong> las construcciones por un kilómetro<br />

o más sin topar fondo. Ella creyó que la trataban<br />

con amabilidad porque venía <strong>de</strong> Bogotá, pocas madres <strong>de</strong><br />

soldados empren<strong>de</strong>n semejante viaje. También pudieran<br />

estar ocultándole algo tenebroso. ¡Con razón su hijo no se<br />

había comunicado nunca!<br />

Ella empezó a temer lo peor. Tenían que tener una mala<br />

noticia escondida, algo que no querían contarle para no<br />

entristecerla. Ella lo comprendió, los militares encargados<br />

no sabían todavía cómo <strong>de</strong>cirle. En el ejército existe gente<br />

encargada <strong>de</strong> dar a las familias las tristezas y capaz, también,<br />

<strong>de</strong> tranquilizarlas con las pérdidas. Pero el sargento<br />

era muy buena gente y le pidió que no se preocupara, que<br />

tranquila, que esperara a su hijo. Pocas madres son tan abnegadas,<br />

tan preocupadas para pegarse un viaje tan largo<br />

y penoso, con retenes inesperados, con guerrilla ávida <strong>de</strong><br />

problemas, con soldados furiosos en la noche. En la oscuridad<br />

todos los gatos son pardos, hasta los propios papeles<br />

<strong>entre</strong> los hombres armados que rondan las carreteras se<br />

confun<strong>de</strong>. Pero ella era la madre <strong>de</strong> un soldado, <strong>de</strong> uno<br />

que estaba vivo; eso le repitió una y otra vez el sargento<br />

para que no siguiera llorando. Tuvo que aguantarse las lágrimas,<br />

porque sólo hasta una hora y media <strong>de</strong>spués llegó<br />

su hijo y por fin la abrazó y la besó.<br />

Claro que era un saco <strong>de</strong> huesos, un hombre que todo el<br />

tiempo parecía estar <strong>de</strong> perfil, que estaba tan quemado<br />

por el sol y que era, no obstante, tan vital, que la hizo<br />

llorar <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong> la emoción. Pocas madres hacen tanto<br />

esfuerzo por sus hijos, mamá, le dijo su hijo, y la llevó a un<br />

sitio más tranquilo para po<strong>de</strong>rle contar con pelos y señales<br />

su experiencia.<br />

46<br />

Fundación Universitaria <strong>de</strong>l Área Andina

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