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La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

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<strong>La</strong> enfermera Tutor sube con ella en el ascensor, enrejado por<br />

<strong>de</strong>lante y acristalado por <strong>de</strong>trás, lo que permite ver el terreno (y,<br />

tal vez, el coche, que se marcha siguiendo el trazado <strong>de</strong> la carretera).<br />

Caminan juntas por el pasillo, que traza una curva para abrir<br />

una superficie más amplia en el lado sur y proporcionar a las habitaciones<br />

más luz solar. Siguen hasta la habitación 527. <strong>La</strong> cama<br />

está abierta, la habitación se ha aireado recientemente y las cortinas<br />

están <strong>de</strong>scorridas. Pese a la luz <strong>de</strong>l sol todo está frío, como<br />

un campamento. <strong>La</strong>s ventanas se encuentran justo por encima<br />

<strong>de</strong>l bosque <strong>de</strong> pinos y el horizonte es agreste, ver<strong>de</strong>, una línea<br />

hipnótica duplicada en la cama: una manta ver<strong>de</strong> plegada, un fino<br />

edredón azul y una pequeña almohada blanca que mira <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

cabecera como un rostro cuadrado y sin rasgos.<br />

Julia no pregunta dón<strong>de</strong> está el aseo, ni dón<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> tomar<br />

una taza <strong>de</strong> café, ni nada. Quizá no se advierta a causa <strong>de</strong>l maquillaje,<br />

pero se ha vuelto cérea, los labios <strong>de</strong>masiado oscuros y ásperos<br />

bajo el carmín cuando se libera <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> la enfermera<br />

Tutor y, con el abrigo emanando perfume, transpiración y el olor<br />

dulzón <strong>de</strong>l rayón viejo, se arrastra hacia la cama (la enfermera<br />

Tutor la guía), don<strong>de</strong> se acuesta boca abajo, con los pies muy<br />

juntos. Cuando la enfermera Tutor <strong>de</strong>sabrocha la hebillitas plateadas<br />

(«¿cómo diantres se las habrá abrochado sola»), sigue<br />

una breve travesía por los huesos abultados, los juanetes <strong>de</strong> los<br />

cansados pies, pero <strong>de</strong>spués, una vez <strong>de</strong>scalzos, llega el alivio,<br />

por supuesto.<br />

<strong>La</strong> enfermera Tutor alza la vista, como preguntando si pue<strong>de</strong><br />

hacer algo más, pero Julia ha <strong>de</strong>splegado un pañuelo blanco que<br />

se coloca sobre la cara, don<strong>de</strong> se mueve, tembloroso, al ocultarla.<br />

No estará llorando, avergonzada por la ausencia <strong>de</strong> dinero en su<br />

cartera, ¿verdad Probablemente no. Probablemente esté cansada.<br />

Hasta es posible que sea una forma <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirla. Pero el carmín<br />

oscuro impregnará el algodón en un instante, lo manchará<br />

como un car<strong>de</strong>nal, lo que hará que la enfermera Tutor recuer<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong> pronto, a la señora que vio morir en la calle, atropellada por<br />

un taxi y arrastrada por el vestido. Cruzaba hacia la Ooppera <strong>de</strong><br />

Helsinki y murió en un amasijo <strong>de</strong> tafetán roto en el negro hielo<br />

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