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La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

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lorida espalda, temía los inflamados nódulos linfáticos, la fiebre<br />

que se propagaba <strong>de</strong>l cuero cabelludo a sus pies helados y<br />

húmedos... y lo primero, por supuesto. También había un olor,<br />

y sabía que algún día percibiría ese olor en otra persona, <strong>de</strong>sconocida<br />

entre la multitud, y que lo reconocería. O que alguien<br />

reconocería el olor en ella y se volvería a mirar. También creía<br />

que la enfermedad le subiría a la cara, le saldría por la boca, las<br />

narices, los ojos, y que todos los que la viesen la sabrían portadora<br />

<strong>de</strong> esta espantosa forma <strong>de</strong> sífilis.<br />

Pasaría un año antes <strong>de</strong> que pudiera volverse a tocar cuando<br />

se bañaba, sin llorar. Es un misterio bien sabido <strong>de</strong>l cuerpo, ha<br />

oído <strong>de</strong>cir, que en los nervios hay puntos que, si se tocan, como<br />

si se pulsara un botón, producen sensación <strong>de</strong> ultraje y <strong>de</strong>sesperación.<br />

<strong>La</strong>s induraciones se resquebrajaron y sangraron, orinar era<br />

doloroso y difícil. El señor Dey continuó sin volver pronto a<br />

<strong>casa</strong>; cuando había música en vivo, el baile seguía toda la noche,<br />

si él lo permitía. Ella utilizó agua para alargar el vodka y luego se<br />

terminó. Se echó boca arriba y sintió el peso <strong>de</strong> los ojos, que se le<br />

hundían en el cráneo. Había un espejo enmarcado en la pared,<br />

que reflejaba el techo, y al lado un cartel que le había gustado<br />

especialmente y había conservado; un esbozo <strong>de</strong> ambos, tres<br />

cuartos <strong>de</strong> perfil, impreso en rojo y negro sobre blanco. Era<br />

para una gala que había tenido lugar largo tiempo atrás.<br />

Cuando el señor Dey llegó una noche en que ella seguía <strong>de</strong>spierta,<br />

le tocó la cabeza y volvió a salir en busca <strong>de</strong>l médico.<br />

Abrió las ventanas para disipar los olores <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión.<br />

—Sí —dijo el médico—, está superando la fase primaria. No<br />

se le irá, pero seguramente nunca volverá a sentirse tan mal.<br />

Ella ni lo creyó ni <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> creerlo; le parecía que nada podía<br />

cambiar, que el problema, el dolor, sería una presencia permanente<br />

y constante. El médico se frotó las manos con un antiséptico <strong>de</strong><br />

olor penetrante mientras ella se metía <strong>de</strong> nuevo entre las sábanas.<br />

—Siente malestar. Le daré algo para el dolor. —Se sentó en<br />

el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama—. No se preocupe. Es más habitual <strong>de</strong> lo<br />

que usted cree.<br />

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