La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

—¿De verdad —dice con un tono de voz normal—. Me
dijeron que tendría que vivir con esto, para siempre.
—Ya no. Lo averiguará mañana. Y es usted afortunada, Julia,
más afortunada que muchos otros, porque podría haberle
afectado cualquier parte del cuerpo, el hígado, los pulmones,
los músculos. Al final llega al cerebro. Y los lactantes nacidos de
madres enfermas siguen muriendo, continuamente.
Sunny dobla los guantes con cuidado y los guarda en el envoltorio
para que vuelvan a esterilizarlos.
—Y los partos en que el niño nace muerto.
—Lo sé —dice Julia, apartando la vista.
Sunny pide que preparen otra bañera cálida y jabonosa y de
nuevo cruzan el pasillo, con la enfermera Todd observándolas
por encima de las gafas y Julia, de perfil, haciendo caso omiso.
Quizá sea verdad que Julia sufre, en parte, vergüenza y miedo
a ser contagiosa, ya que no teme a la desnudez en sí, como
Sunny descubre muy pronto. Julia deja caer la bata y la ropa
cuando se le dice, y se sumerge en el cálido baño, mientras Sunny
sacude la ropa interior sobre un cesto para eliminar los restos
de cristal.
—No vuelva a darme una patada. ¿Comprendido Lo digo
en serio —dice Sunny.
Pero tiene la situación controlada y todo va bien. Le unta
una crema grasa por todo ese maquillaje, del puente de la nariz
hacia fuera, y la retira delicadamente con un paño de algodón
amarillo. Julia mantiene la mirada fija en Sunny hasta que debe
cerrar los ojos para que se los enjuague. Y entonces, con los
ojos cerrados y el agua corriéndole por la cara, parece de nuevo
avergonzada, y se agarra al borde de la bañera para no resbalarse.
—No ha ido tan mal —dice Sunny con tono ausente, mientras
humedece la cara, el nacimiento del pelo y los diminutos
cortes con agua de rosas.
Julia intenta ponerse en pie, hay gotas de agua atrapadas en
su moño. Pero no, se sienta de nuevo en el agua cálida y se relaja;
y Sunny le quitará todas las horquillas y aplicará champú en
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