La casa de convalescencia.indd - Ediciones B
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eas para el inválido <strong>de</strong> la familia, hacer algo, para alguien, cada<br />
hora en punto, todo el día y todas las noches. No es inusual<br />
encontrarse en el centro <strong>de</strong> un círculo <strong>de</strong> necesidad constante,<br />
totalizadora.<br />
—Tendrá a su cargo la última planta. Allí, la mayoría <strong>de</strong> las<br />
pacientes son las esposas e hijas <strong>de</strong> los extranjeros que trabajan<br />
para la Ma<strong>de</strong>rera Finomericana. Por lo tanto, apenas hay mujeres<br />
<strong>de</strong> aquí; sólo unas pocas son finlan<strong>de</strong>sas, ya lo verá.<br />
—Bien —dijo Sunny.<br />
—<strong>La</strong>s mujeres <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>rera son pacientes ambulatorias;<br />
no requieren muchos cuidados.<br />
Eso estaría bien, pensó Sunny. Sería tolerable, pues pese a<br />
imaginar las solicitu<strong>de</strong>s frívolas e innecesarias <strong>de</strong> las esposas <strong>de</strong><br />
la ma<strong>de</strong>rera —tráigame el zumo <strong>de</strong> manzana, fróteme los pies,<br />
¿dón<strong>de</strong> está mi cepillo, sostenga bien el espejo mientras me peino—,<br />
sabía que nunca se repetirían las <strong>de</strong>vastadoras responsabilida<strong>de</strong>s<br />
que durante los últimos años había soportado en sus horas<br />
libres en <strong>casa</strong>, con su madre. Aunque era imposible, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />
que ningún sitio fuese como su <strong>casa</strong>, ésa era la cuestión. Había<br />
respondido por carta a anuncios <strong>de</strong> hospitales remotos, lo más<br />
lejos posible <strong>de</strong> su hogar. <strong>La</strong>s cartas eran un puente precario a un<br />
nuevo lugar, y a continuación se habían puesto en marcha unas<br />
ruedas muy pesadas. Un largo viaje, algunos trechos por tierra y<br />
otros en barco, el pasaje pagado esperándola en la terminal, mucho<br />
tiempo para pensar, y <strong>de</strong>spués buscar la estación <strong>de</strong> tren en el<br />
centro <strong>de</strong> Helsinki. Suba al tren que va a Turku. Estará indicado.<br />
<strong>La</strong> recogerán en la estación. Había seguido al pie <strong>de</strong> la letra las<br />
instrucciones que la directora <strong>de</strong> enfermería había enviado por<br />
carta. En el dorso, las mismas instrucciones estaban escritas en<br />
finés, por si se extraviaba. Si esto ocurría, <strong>de</strong>bía mostrárselas a<br />
alguien, que la pondría en el buen camino. Había cargado su pequeña<br />
maleta por los resplan<strong>de</strong>cientes edificios dorados que ro<strong>de</strong>aban<br />
el puerto <strong>de</strong> Helsinki, en busca <strong>de</strong>l autobús que la llevaría<br />
a la estación. Había señalado la carta, sin atreverse a preguntar:<br />
Rautatieasema<br />
—Joo, kylla —dijo el conductor.<br />
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