La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

Marja sale e intenta no dejarse afectar por la entrevista mientras
se dirige por el pasillo a la habitación 527. Llama a la puerta
de Julia y aguarda un momento, como es de recibo, antes de
entrar; lo que ve la sorprende lo suficiente para pasar de largo
el control de enfermería (y a la enfermera Todd) y acudir directamente
a Sunny: «Se ha destrozado el camisón y está desnuda.»
Sunny levanta el camisón del suelo, roto por los botones y
debajo de las mangas. Julia se vuelve, acurrucada en la cama, el
cabello limpio y suave, suelto en los hombros. Las sábanas están
amontonadas a un lado y no le tapan del todo las nalgas, pequeñas
y grises.
—Sí, ya la hemos visto. Ahora cúbrase —dice Sunny.
—Ese camisón huele a vieja sucia —dice Julia.
Sunny está en jarras, otro papel.
—Escúcheme, Julia —empieza, visiblemente irritada; daba
por supuesto que el asunto del mal comportamiento se había
zanjado la noche anterior—; no puede destruir lo que no es
suyo.
—Lo siento —dice Julia, con una débil sonrisa de disculpa.
No aguanta la mirada de Sunny y mira al techo, contrita, para
evitarla.
Sunny le ofrece otra prenda.
—Míreme, Julia. —Espera hasta que Julia lo hace y añade—:
Esto es lo que las señoras llaman «el pelele». —Tensa la tela,
para mostrarle la forma—. Parece blando, pero es irrompible.
Lo han intentado mujeres más fuertes que usted.
Le da la vuelta para mostrarle una fila de botones diminutos,
inalcanzables, que suben por la espalda. La prenda es blanca,
infantil, confeccionada con una pana fuerte, de manga larga y
piernas ajustadas acabadas en peúcos. La zona del trasero puede
abrirse para hacer las necesidades. Sunny la desabrocha para
mostrárselo y Julia aparta la vista.
—Hoy le devolverán la ropa de la lavandería —añade Sunny.
Sacude el pelele y lo deja intencionadamente en la silla, una
figura sedente, vacía.
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